Debo confesar que a lo largo de mi vida he hablado sobre las crónicas sin tener noción de lo que realmente significan. “La crónica, eso que aparece en algunas revistas” ¿Qué leía cuando leía alguna? ¿Estaba en presencia una entrevista o un relato? ¿Me informaba o me entretenía?
He descubierto a lo largo de este período que las cosas no son tan simples como parecen. La crónica es un género raro en su génesis, algo que jamás advertí. No soy un recurrente lector de crónicas ni lo seré. Agradezco y mucho la posibilidad de haber podido indagar y conocer a pleno las bondades que ofrece el género, y descubrir que existe algo entremedio de un informe periodístico y una narración literaria, que se puede informar y entretener a la vez. Personalmente no me atraen las crónicas serias, aquellas mas cercanas a la investigación que a lo ficcional; prefiero aquellas con mas guirnaldas que árbol de navidad. Soy amante de la literatura, es hora de confesarlo.
La crónica es un género que me ha resultado entretenido escribirlo mas que leerlo. Es como ocurre en muchos órdenes de la vida, si el tema que trata la crónica no es de nuestro agrado, nos resultará pesada. Cuando la escribo no siento desagrado alguno porque en el caso de la crónica de investigación, trataba sobre un tema en el cual me encontraba involucrado. En cambio, no me resulta atractivo leer crónicas sobre temas que jamás despertaron ni despertarán en mi interés alguno.
Al ser un acto tan personal, como lector me siento identificado con aquellas crónicas con las cuales comparto la visión del cronista. He notado que aquellas que he leído y me han gustado, es porque el cronista comprendía los hechos de la misma forma en los vería yo si estuviese en su lugar y lo relata por entonces, de la misma forma en que quizás yo podría haberlo hecho. En lo personal, sentí mayor comodidad escribiendo una crónica sobre una salida al teatro que aquella que comprendía una investigación. Creo que realmente no tengo propensión natural para escribir crónicas profundas y serias, me atraen mas aquellas que tratan sobre acontecimientos quizás banales que no profundicen sobre investigaciones penetrantes. Probablemente los resultados de la realización de ambos trabajos no sean disímiles, pero lo que relato esta relacionado mayormente con el proceso de escritura, las sensaciones como escritor.
El hecho de ser cronista ha ampliado mi mirada sobre el mundo. La crónica sobre el biodrama comenzó en el instante en que partí desde la universidad y terminó al momento de llegar a mi hogar. Lo mismo ocurrió con la profundización del tema sobre el cual había tratado mi entrevista realizada algún tiempo atrás. El alrededor me compenetraba, me absorbía; todo era útil, todo servía para contar la historia. Desde las calles, los edificios, los ruidos, los olores, las compañías, los gestos de los entrevistados, los imponderables, todo. Todo era parte de la crónica. Algunas de estas cuestiones pude plasmarlas físicamente en la escritura, otras quedaron implícitas, otras en mi recuerdo.
Agradezco a la crónica haberme aportado una nueva técnica de escritura, una nueva forma de narrar, haberme enseñado que a veces lo concreto puede tomar diversas formas; y que la realidad, puede convivir con “la realidad”.
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