miércoles, 24 de septiembre de 2008

Crónica de una salida al teatro (reloaded)

— ¿Y si vamos en tren…? Es mas rápido…—
— No, yo ni loca. Cada vez que me subo a un tren me quieren robar, ya me deben ver la cara— me contesta Florencia
—No, yo tampoco. Vamos en el 159. — adhiere Lucía.

El reloj del Centro de Sociales marcaba las 19:35 cuando partimos desde la Universidad Nacional de Quilmes rumbo al Teatro Sarmiento. Allí nos estarían esperando algunos compañeros mas, con quienes habíamos acordado ya con antelación, encontrarnos en la puerta del lugar para poder presenciar la función todos juntos y asi compartir la experiencia. La función era a las 21:00, por lo tanto sobraba el tiempo; o al menos eso creíamos. Camino a la parada del colectivo, diviso que el vehículo ya se encontraba allí. Comenzamos a correr. Arranca. Me adelanté a mis compañeras e hice señas, el micro frenó. Menos mal, era el semirrapido. Sinceramente no se acerca de que estaría escribiendo ahora si aquel “blanco” hubiera sido otro, si no lo hubiéramos corrido o si simplemente el chofer hubiera decidido no detener la marcha. Lo importante es que 2 minutos después ya estábamos sentados en la fila trasera del vehículo y acercándonos, cada vez un poquito mas, a nuestro destino.
El viaje se hizo corto, mejor que si hubiéramos viajado en tren, lo reconozco. Ahora había que cruzar esa calle ten ancha que le hace pensar a uno, si llegará a cruzarla a paso normal sin que se le acabe el tiempo que la misma ciudad dispone para el acto. De todas maneras, no había que preocuparse si metros antes de la meta hubiera que acelerar el paso, porque ya habíamos hecho el calentamiento pre competitivo en el momento de subir al micro; asi que lesionados, no íbamos a llegar.

— Dale, crucemos— incentiva Lucía.
— No, mirá si se nos corta en el medio — contesta Florencia demostrando no tener la mas mínima intención de cruzar.
— Pero tenemos un montón de tiempo— insiste Lucía.

Florencia, firme. Yo también. Sinceramente me era igual cruzar en ese momento o tener que esperar la pasada de otra serie de autos. Finalmente cruzamos y cuando faltaban 2 segundos para que el semáforo le mostrara su cara mas verde a los automovilistas, pisamos tierra firme. Habíamos llegado a la vereda. Caminamos entonces rumbo a la boca del subte, y en el camino pasamos por los paisajes mas porteños de Buenos Aires. En la Plaza de Mayo, medios de comunicación de todo tipo habían dicho presente y se mezclaban con los efectivos policiales que eran tan numerosos como ellos. ¿Qué ocurría? Aún no lo sé. Se vislumbraba un escenario y sonoros cantos populares adornaban la noche. “Se habrán enterado que veníamos nosotros” comenté risueñamente al pasar. Igual nosotros seguimos con nuestro camino hasta que por fin encontramos la boca del subte. Nuestra boca del subte. La espera fue corta y el viaje también, ahora restaba lo mas importante; encontrar el teatro. Observamos que no encontrábamos la calle Sarmiento, solo leíamos en los carteles: “calzada circular” y no entendíamos bien de que se trataba. Entonces decidimos preguntar. Yo pensé entre mi: resultaría riesgoso consultar con un transeúnte ya que podía darse que estuviera de paso y no saber, o guiarnos mal, o lo que hubiera sido peor; guiarnos muy mal. Entonces consultamos con un hombre que se encontraba detrás de un puesto de flores. Este tenía que saber.

— Señor, una pregunta: ¿la calle Sarmiento…?— pregunta Florencia.

El hombre puso cara de que le hubieran preguntado si faltaba mucho para llegar a Moscú.
—Y… Sarmiento es mucho mas para allá (señala a su espalda). ¿Que altura buscan?— pregunta.
— Al 2700…— se le contesta.
— No… están muy lejos acá, ¿a que altura es 2700?— le pregunta a otro hombre que acomodaba las flores.
—Y Pueyrredón al 2700 es a la altura de Corrientes, asi que…— lo interrumpe el otro hombre y nos dice:
—Miren, tómense el 68 acá en la esquina y bájense en Corrientes. —

Miro la hora: eran las 20:50, miro a la esquina, y el 68 que se escapa. De todas formas, de nada hubiera servido pero en aquel momento le agregó una pequeña cuota de desesperación a la ya exasperante situación. Seguimos caminando desorientados y mientras esperábamos para cruzar, una joven pareja con un bebé, o sea unos simples transeúntes, nos indicaron con una simpleza única hacia donde deberíamos ir.

— ¿Que van al Teatro Sarmiento?— nos pregunta la mujer
— Si. — Repuesta unísona. —
— Sigan por acá derecho, crucen la plaza, y cuando termina el zoológico, es ahí. —

El agradecimiento fue, es y será eterno. Efectivamente eso hicimos, y cuando el desagradable olor proveniente del zoológico se hacía cada vez mas fuerte, comenzamos a divisar las figuras de nuestros compañeros a la distancia que aguardaban por nosotros en la puerta. En un comienzo, dudaba si estábamos yendo realmente al lugar correcto, porque alcanzaba a leer un cartel que rezaba algo similar a Centro de Investigación. Claro, Centro de Investigación Teatral. Una vez allí, y luego de saludarnos, compramos las entradas rápidamente por si en una de esas, llegaban a agotarse. Transcurridos unos pocos minutos, ya estábamos sentados en la última fila de plateas aguardando el comienzo del espectáculo.
La sala era pequeña, tan pequeña que costaba distinguir aquello que era escenario y aquello que no. La capacidad de espectadores no superaría las 50 personas, en realidad, no podría superar las 50 personas. En la oscuridad resaltaba una pantalla, que al igual que dentro de un cine, proyectaba imágenes de una película de orígen francés con la presencia también, de algunos actores de habla inglesa. El film, arriesgo sin temor a equivocarme, parecía haberse realizado en el año 60 o 70. De la misma época eran algunos objetos que se encontraban sobre la mesa, en la cual, dos hombres sentados jugaban al truco y una mujer los observaba de pie. Desde un comienzo sospeché que esa extraña situación podía ser parte de la obra, y mis sospechas fueron confirmadas cuando las luces opacaron aun mas su brillo, y la conversación que los hombres mantenían, adquirió un protagonismo absoluto en el silencio ya reinante de la sala. Un reloj adredemente visible marcaba las 21:15, el show había comenzado. Lo que estábamos viendo, se llamaba “Escuela de conducción”; una de los espectáculos que integran el ciclo de representaciones denominado “Biodramas”. Los hechos transcurridos en este caso, girarán alrededor de la temática de los accidentes de tránsito, las clases de manejo, seguridad vial, etc. Pero lo mas llamativo, eran las experiencias personales y según los propios actores, reales, que acompañaban lo acontecido durante la obra. Los actores eran realmente actores y la obra de teatro era verdaderamente una obra. Los actores, eran igual que yo escritor o usted lector, actores que participaban nada menos que en la obra mas compleja de entender y mas difícil de representar de todas: la vida. De eso se trataba todo, de contarle a un público extraño y heterogéneo cosas que han pasado, situaciones por las que han atravesado Guido, Carlos y Liliana.
Guido era un hombre que tendría aproximadamente unos 68 años, canoso, ya casi calvo, de bigote fino y vestía de traje tal cual haría un ingeniero civil. Por supuesto, era esa su profesión. Mas tarde nos enteraríamos que entre otras cosas, era descendiente de los Balentini, una familia de nobles italianos que tras hacer cumplir los votos de pobreza prometidos por su quien sabe tatara cuanto abuela Elena, donó toda su fortuna al Estado italiano. "¡En ese castillo, tendría que estar viviendo yo!" exclamó Guido señalando la pantalla que reflejaba la imagen de la enorme propiedad de la cual supuestamente podría haber sido dueño.
Pero no todo correspondía a su historia de vida, también nos informó que el 60% de los accidentes de tránsito eran causados por el factor humano. Carlos era un hombre de, dichos por él, creíbles 53 años, pelo negro, casi calvo también, de bigote grueso y vestía como un ex-vendedor de fósforos. Por supuesto, de ello había trabajado por muchos años. De él aprendimos que los viejos fósforos de cera no se apagan al caer al suelo, cosa que no ocurre con los actuales fósforos de madera. Al menos, eso intentó demostrar. El primero que prendió alcanzó el suelo con todo su esplendor, el segundo por el bien de su teoría; ya no. También obtuvimos de él, el momento mas emotivo de la noche. Fue cuando leyó una carta que su mujer le había escrito con motivo de su cumpleaños, en donde le expresaba que seguía tan enamorada de él como en aquel momento que lo conoció, hacía ya 28 años. "Ahora que soy actor, mi mujer volvió a tenerme consideración" dijo previo a la lectura de la carta.
Finalmente estaba Liliana. De ella se puede decir que es una mujer de unos aproximados 60 años, pelo negro pero de raíces blancas, baja estatura y vestía con pollera tal cual vestiría una empleada del Automóvil Club Argentino. "Soy la única empleada de todo el Automóvil Club que no sabe manejar— dijo, jactándose orgullosa de su propia ignorancia". De ella supimos que extrañaba mucho aquellos bailes que sus padres organizaban en el salón enorme de su casa de campo. Tanto los extraña, que se emocionó. U actúó la emoción, quien sabe. Sabíamos que sus historias eran verdaderas, pero de todas maneras ellos presentaban como actores. El espectáculo en si ya era confuso, no incomprensible pero si confuso. El reloj marcaba las 22:00 cuando señales de tránsito varias comenzaron a aparecer en la pantalla, y al compás de la música, los actores comenzaron a bailar una coreografía que ilustraba aquello que podíamos ver. Las luces se prendieron otra vez pero la música siguió. La obra había terminado, el show no. Carlos, lejos ya del enamorado hombre que había leído la carta de su mujer, invita al público a bailar. Pocos acceden, de todas formas el ambiente bailantero no duró mucho. "Acompáñenme que nos espera una picada de campo espectacular" incitó Carlos. Hambrientos, todos fuimos hacia allí. Bastaba solamente con cruzar una puerta situada al costado del escenario y nos encontraríamos con la famosa picada. Efectivamente había una mesa con gaseosas, cervezas y para disgusto de los incrédulos, allí estaba ella, la picada. Aún experimento la misma sensación que sentí al momento de ver la espectacular comida. Carlos nos mintió, y descaradamente. De todas formas, lo que había para comer no era variado pero si abundante y sabroso, que en definitiva, resultó ser lo mas importante. Pero espectacular significa espectacular. Aprovechamos la ocasión para intercambiar algunas palabras con los actores. Hablé con Guido y con Nelly, todos repitieron lo mismo, nada es falso, todo es verdadero; lo que allí se ve, así ocurrió. Para que seguir preguntando. Me acerqué entonces a Carlos que devoraba entusiasmadamente las rodajas de mortadela una tras otra. Al verlo, daba la impresión de haber aceptado formar parte del espectáculo solo por la presencia de la picada del final. Frente a él, su rostro me pareció similar al de Guillermo Francella. Ojos claros, pelo negro, bigote, no muy alto. Por un momento dudé si en verdad no se trataba de él, que buscando nuevos horizontes a su aún efectiva, pero ya desgastada carrera como humorista, no se había dedicado a experimentar con nuevas formas de hacer teatro. Estuve incluso tentado de pedirle que me dijera un “a comerla” o su “iiiiii” tan característico, pero tras un trago de gaseosa sabor pomelo, recapacité; y opté entonces por atreverme a hacerle tan solo una recomendación.

— Permitime darte un consejo: cuando enciendas un fósforo, el movimiento de la mano hacelo hacia afuera, no hacia adentro como hiciste, porque te puede prender una chispa en la ropa. Es poco probable pero es lo que recomiendan las normas de seguridad—
— Si, tenés razón. — asintió con el escarbadientes en una mano mientras masticaba la mortadela con la boca cerrada. —lo que pasa es que el bombero que presencia la obra, porque como prendemos fuego tiene que haber siempre uno (aclara), me dijo que no haga así porque una vez se me salió la cabeza del fósforo con chispa y todo y se la encajé a un espectador. No sabés, me quería morir. Aparte es instintivo, uno prende hacia fuera. Igual hoy hijo de puta no se me apagó cuando se cayó. —

Y, son cosas que pasan en la vida, y s veces en la ficción. O en las dos, o en ninguna. Ya no sé que creer.
Finalmente mis compañeros y yo decidimos que ya era hora de retirarnos y asi hicimos. En la puerta de calle nos despedimos, y nos dividimos. Yo emprendí el regreso con quienes me acompañaron en la ida, además de Hermes y Daniela que también se sumaron. La noche era cálida y hacía pesar mi ropa de invierno. Camino a la boca del subte, hablamos y debatimos sobre lo que acabábamos de presenciar; ¿nos gustó la obra? ¿Era realmente una obra?, fueron algunas de las preguntas que nos hacíamos. Las respuestas variaban y yo sinceramente, escuchaba, estaba bastante confundido como para emitir opinión. Encontramos la boca, bajamos las escaleras y subimos al subte. La continuación de la charla hizo que el viaje se hiciera corto. Hermes se bajaría una estación antes que la nuestra, nos recomienda que hiciéramos lo mismo ya que podríamos tomar allí mismo el subte que nos depositaría en el Correo Central. Así hicimos, nos despedimos de él y nos dispusimos a esperar aquel subte. El reloj del andén marcaba las 22:50, por suerte y por milagro, alguien nos informa que el último vehículo pasó a las 22:45 y que había sido el último. Bendito Hermes. Había que caminar, no mucho; pero esto no estaba en los planes. Salimos a la calle y volvimos a recorrer otra vez, los mas porteños paisajes de Buenos Aires. Transitando la calle Corrientes, alguien desliza chistosamente al pasar: “aprovechemos que estamos en Corrientes y vayamos a ver una obra de teatro de verdad”. Fue una frase ingeniosa, graciosa y ocurrente. Demasiados atributos como para no reconocerla. Lo tengo que admitir, es mas fuerte que yo. Seguimos caminando y una mujer apañada bajo la oscuridad de un umbral, me ofrece una tarjeta de publicidad. Acostumbrado a estos métodos de marketing la tomo sin mirar, pero la mujer no la suelta. “Te puedo comentar” me dice, y alcanzo a leer la palabra “Natalie” en la tarjeta. La solté y seguí camino. Yo iba con 2 chicas, una falta de respeto de mi parte. No hacia ellas, sino hacia la mujer que la dejé con la tarjeta en la mano, que habrán pensado mis compañeras de mi descortesía hacia el género. La verdad es que por un momento me había olvidado aquello de los paisajes mas porteños de Buenos Aires. Finalmente llegamos al Correo Central, y comienzo a divisar ya desde lejos, la flota de los 159 estacionada presta a comenzar los recorridos. El micro que nos dejaría a todos conformes era el 1x Mitre y con la experiencia de años de utilizar este transporte, sumada a una cuota de pesimismo, comienzo a sospechar sin ningún tipo de fundamento, que éste sería el primero de los tantos que allí se encontraban y por lo tanto el primero en arrancar. “Chicas apurémonos…” dije acelerando el paso.
Aumento la velocidad y las dejo atrás. Cruzo mal la calle y el colectivo finalmente arranca. Esta situación me permitió descubrir de que interno se trataba. Si, era el 1x Mitre. Comienzo a hacer señas, me paro adelante y el micro frena. Me recordaba a algo, deja vú que le dicen. Por suerte ya venía entrenado del viaje de ida asi que no sentí fatiga. Agradezco al chofer la deferencia y mis compañeras logran subir. Nos sentamos y continuamos aquella charla iniciada a la salida del teatro, con algunos comentarios sobre otros temas, en fin, una conversación amena que otra vez aligeró la pesada carga del viaje de vuelta. Llegamos a Bernal y Lucía se bajó a la altura de la estación de tren, dos paradas antes de donde yo bajaría. Finalmente llegó mi turno de descender y me despido de Daniela y Florencia agradeciéndoles al igual que hice con Lucía, los buenos momentos compartidos. Su viaje aún seguía. Pero mi salida al teatro ya había terminado.

martes, 16 de septiembre de 2008

Nota de lector de "la Argentina Crónica" - Operación ja ja -

esta crónica presenta a los reídores como seres sin brillo propio que lo único que pareciera importarles es la posibilidad de algún día pegar el gran salto a la fama. La intencionalidad de la crónica tiene como eje el cuento "El reídor" de Heinrich Bole, del cual cita un fragmento. por mas que su trabajo sea reír, esto no deja de ser eso, un trabajo. Lo cual, hace que la risa, referente cabal de la espontaneidad humana se convierta en algo fraguado e impostado. Es desde este punto de vista, donde la autora recopila los testimonios mostrando, que detras de cada sonrisa existe un fracaso y que cada carcajada esconde una vida gris y opaca; muy lejana por cierto, del brillo de las estrellas con las que se codean, pero que cuya luz nunca pudieron alcanzar.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Entrevista editada - Ecos de guerra -

La entrevista fue realizada a Raúl Torres y a Marcelo Varela, dos ex combatientes de Malvinas que hablaron de cómo era su vida antes del conflicto, su paso por las islas, y como sobrellevan hoy el hecho de ser veteranos de guerra a 26 años del conflicto. El encuentro tuvo como escenario el Centro de ex- combatientes de Malvinas de la ciudad de Quilmes y fue realizada el 1º de septiembre de 2008.
Cayó la noche y llegué cinco minutos tarde al lugar de encuentro. No suele ser esta mi costumbre pero debo decir que así fue. Ocurre que no conocía con precisión (no la conozco hoy) la dirección del centro, ya que solo he pasado por ahí circunstancialmente y tan solo me dejé guiar por la intuición y la memoria, que me recordaban que lo que buscaba se encontraba situado detrás de la estación de Quilmes. Era en la calle Entre Ríos, eso si lo recordaba. Entré a la antigua casona, y unos viejos cuadros con mapas de las Islas Malvinas comenzaron a interiorizarme con aquello que vendría. Me recibió ya en la galería Omar, futuro presidente del Centro de Ex combatientes quien acordó mi encuentro con los dos entrevistados. Inmediatamente irrumpió en escena Raúl, quien con una sonrisa tímida y gesto amable ofreció convidarme con un mate que tras mi positiva respuesta cebó, dejando caer el agua del termo alojado debajo de su axila. A mi derecha se aproximaba Marcelo, quien acercándose lentamente extendió su mano derecha para saludarme mientras que con la izquierda sostenía su cigarrillo a medio fumar. —Bueno, los dejo que tengo que irme a hacer unos estudios al Sanatorio, asi pueden hablar tranquilos…— dijo Omar y se retiró. Nos sentamos en tres características sillas Mascardi, esas que son blancas y de plástico; y frente a frente y mate a mate comenzamos esta charla…
— ¿Como eran sus vidas antes del conflicto? Cuéntenme donde nacieron…
Raúl: — Yo soy chaqueño. Nací en un pueblito muy pequeño del Chaco y me tocó hacer el servicio militar con tan solo 18 años. Era obligación hacerlo y me tocó en Corrientes, en el ejército.
— Bueno, contáme vos Marcelo: ¿donde naciste, como fue tu llegada al ejército?
Marcelo: — Yo nací en Quilmes. A mi me sortearon, me tocó. Estuve en la décima brigada de la ciudad de La Plata. Yo hacía del 20 de abril es decir, hacía 20 meses que estaba incorporado. El 2 de abril, cuando se tomó Malvinas, yo estaba de guardia. Tomamos Malvinas me acuerdo a las 2 de la mañana, y quedamos encuartelados. Y los que se habían ido de baja los volvieron a reincorporar, y ahí sacaron la cantidad que se iban a ir a Malvinas y la cantidad que se quedaba. A mi me tocó ir y nos tuvieron del 2 de abril hasta el 12 en la brigada. El 12 de abril a la mañana vinieron los camiones y nos llevaron a Aeroparque, de ahí nos fuimos en un avión sin asientos, estábamos todos sentados y apilados, hasta que llegamos a Comodoro. Y de Comodoro nos fuimos a Malvinas. Cuando el avión llegó a Malvinas, no pararon los motores, tuvimos que bajar corriendo.
— ¿Entonces los terminan “tirando” desde los aviones?
M: — Exactamente.
— ¿Y cuentenmé, vieron películas como por ejemplo “Iluminados por el fuego”?
R: — No, no. Yo lo que veo de “Iluminados por el fuego” es que tiene mucho de verdad.
— ¿Son verdaderas entonces las escenas en las que por ejemplo algunos soldados son estaqueados por robar un pedazo de pan?
M: — Pasó, pasó. A un compañero mío lo pusieron en un container de madera, lo encerraron ahí adentro y lo tuvieron dos días. Nosotros le pasábamos agua con una pajita por entre medio de las hendijas porque lo dejaron ahí sin agua ni comida. Y solamente había robado una tarta de dulce.
— ¿Sentían ustedes que peleaban contra dos enemigos?
R: — Si. Vivíamos en un constante maltrato, luchábamos contra propios y ajenos. Vos si querés tener a un soldado para ir a una guerra tenés que tenerlo bien alimentado, bien preparado, sino, no te sirve un soldado. ¿Cómo podes tener a un soldado muerto de hambre? ¿Cómo vas a pelear con ese soldado muerto de hambre?
M: Es asi. Yo creo que el trato que el ejército tuvo con nosotros fue malísimo, sin necesidad. Yo pienso que fue innecesario. Eso es lo que pienso hoy 26 años después.
— ¿Les quedó resentimiento hacia los ingleses?
R: — No, al contrario. Ellos fueron mas personas que los propios argentinos. Nos dieron comida caliente, leche, chocolate. Yo estoy vivo gracias a ellos.
M: Yo igual a los inglese no los quiero. Me hayan dado de comer, no me hayan dado de comer, hoy no los quiero. Ni los quise en aquel momento, ni los quiero hoy tampoco. Me quedó eso y no me interesa lo que me hayan dado.
R: A mi particularmente como me trataron, yo me quedo con ellos.
— ¿Y mientras estaban allá, ustedes tenían idea de las cosas que aca se decían, que por ejemplo íbamos ganando y demás?
M: — Nosotros escuchábamos Radio Colonia que decía la verdad y ahí sabíamos como eran las cosas.
R: Fijate que a mi me hacían mentirle a mi madre; que estábamos bien, que habíamos comido, que no teníamos frío. Lo que pasa es que si decíamos lo que realmente estaba pasando nos rompían las cartas, asi que no podíamos.
M: A nosotros nos decían: fíjense lo que ponen porque sino no las mandamos. Preferíamos por lo menos mandar una carta aunque sea diciendo eso…
— Si yo les pregunto que concepto de identidad representan ustedes, ¿qué me responderían? ¿Qué rol representan para la sociedad?
R: — A nosotros nos dicen permanente que somos héroes. Con la mayoría con quienes hablamos, nos ven asi. Y yo siempre digo que los héroes están allá. Los verdaderos héroes quedaron allá.
— ¿Vos Marcelo?
M: — Coincido con Raúl en lo que dice. Si yo pienso hoy en mi identidad, pienso que mi verdadera identidad me la robaron. Yo fui otra persona a partir de haber ido a una guerra a la cual no tendría haber ido. Si las cosas hubieran sido como debieron ser, mi identidad pasaría por otro lado, mi lugar en la sociedad seria diferente, mi vida sería diferente.
R: Nosotros dimos lo mas preciado que tiene el ser humano que es la vida.
— ¿Cómo fue el momento en que llegaron?
R: — Yo te voy a contar como fue todo antes. Primero nos llevaron a Montevideo, de Montevideo a La Plata, y de La Plata al regimiento. Ahí nos dieron licencia, como si fuera franco. Pero nos dijeron: ojo con lo que dicen.
— Aquí no pasó nada…
R: — Tal cual. Incluso nos hicieron firmar algo por lo cual no podíamos hablar.
— ¿Y no te detuviste a pensar un momento en lo que hacías?
R: — Yo tenía 18 años, no me importaba nada. Solamente quería que me den de baja. Lo único que me importaba era ser libre nada mas.
— ¿Vos Marcelo, como llegaste?
M: — A mi me trajeron del sur a Aeroparque y de Aeroparque me llevaron a Campo de Mayo, ahí nos dijeron que nos iban a hacer un reconocimiento medico. Nos dijeron que nos iban a mirar los médicos para ver que problemas teníamos. Me hicieron abrir la boca, me miraron los dientes, y eso fue toda la revisación médica. De ahí nos enviaron a una brigada que estaba en La Plata. Cuando llegamos a La Plata, no nos querían dejar salir, querían que nos quedáramos a dormir ahí y que salgamos al otro día a la mañana. Pero bueno, hicieron tanto lío que al final salimos ese mismo día a la tarde. Me acuerdo que me fuí y me tomé el tren para mi casa.
— ¿Cómo fue el reencuentro con tu familia?
M: — Estaban mi viejo, mi vieja y mi hermano.
— ¿Sabían que ibas a llegar?
M: — Por lo menos mi vieja me estaba esperando. Sinceramente no pregunté nada, yo solo quería llegar (prolongado silencio). Aparte cuando yo me fuí a Malvinas no pude despedirme de mi vieja porque yo estaba encuartelado, asi que del cuartel me fuí a Malvinas. Por eso es que yo a mi familia no la ví y me quedó un dolor que… que se yo… (se emociona), el dolor de no poder despedirme. No me pude despedir de mi vieja. Cuando mi mamá había ido allá, yo ya había salido a la 3 de la mañana y a mi me quedó un dolor impresionante… y hoy que soy padre a lo mejor me duele mas.
— ¿Cómo es continuar con la vida después de todo lo que vivieron?
R: — Yo te voy a contar: yo allá trabajaba con un señor en una carpintería, el no me quería decir nada de Malvinas porque sabía que yo no quería hablar nada, nada. Recién hace dos años que empecé a hablar sobre Malvinas, nunca lo hablé. Me preguntaban cosas y yo esquivaba, porque creía que solo yo me entendía. Hasta que después con la ayuda de la psicóloga empecé a hablar.
— ¿Y vos Marcelo te costó hablar del tema después que volviste?
M: — Yo tampoco pude hablar mucho. Nunca conté nada, aparte en Campo de Mayo me dijeron lo mismo que le dijeron a él asi que no contaba nada. ¿Por qué motivos no hablé? No sé, pero nunca lo comenté.
R: Yo tengo un hijo de 23 años, un muchacho como vos y nunca le conté nada. Es que yo no puedo hablar con vos por ejemplo si no viviste lo que fue la guerra.
— Entiendo. ¿Sienten que recién ahora están recibiendo por parte del gobierno la ayuda que debieron haber tenido en su momento?
M: — Yo lo que te puedo decir que el ejército nos dejó 9 años tirados. Desde que nosotros vinimos de Malvinas, hasta que empezó a pagarse la pensión; sin un peso, sin un tratamiento psicológico, nada. O sea, terminó la guerra, nos mandaron a casa, y arreglate como puedas.
R: Un tratamiento psicológico, nada nos dieron.
— ¿Qué sienten que mas les está faltando a ustedes ahora?
M: — Una atención psicológica. Existe un programa de salud que en estos momentos no está funcionando como tendría que funcionar. Tendrían que hacer un plan de salud que funcione realmente. Te digo que es importante porque tenemos 300 muchachos que se suicidaron. Los muchachos que se suicidaron con una buena atención psicológica quizás no se hubieran matado.
— Me comentaba Omar (futuro presidente del Centro de ex-combatientes) que el muchacho que falleció el 13 de junio último, estuvo comiendo con ustedes la noche anterior, ¿fue así esto?
M: — Sí, es verdad. Estuvo comiendo acá y al día siguiente lo encontraron en la casa muerto porque se había suicidado. Por eso te digo que hoy no hay una cosa mas importante que eso. Que no hemos tenido bajo ningún gobierno, ni del ejército, ni de nada. Nos arreglaron con un poco con la plata y nada mas.
— ¿Qué es para ustedes el centro de ex combatientes hoy?
R: — Es un lugar donde nos podemos reunir y hablar de cosas.
— ¿Y de que hablan generalmente?
M: — Malvinas… siempre Malvinas. Arrancamos hablando de fútbol y terminamos con Malvinas, empezás hablando de cualquier cosa y terminás hablando de Malvinas.
R: Es una terapia para nosotros.
— Bueno, para cerrar la entrevista me gustaría que me dijeran alguna frase o comentario que se les ocurra, alguna cosa que yo no les haya preguntado tal vez…
R: — Que desgraciadamente nos tocó a nosotros, eso…
M: Yo lo único que te puedo decir es que la guerra no sirvió para nada….

Finalizada la entrevista, siempre mate de por medio, compartí con ellos algunos momentos mas donde me han realizado comentarios “off the records”, los cuales me han pedido no ser divulgados por motivos que no voy a contar pero que supe comprender. Todo lo que dijeron en la charla, asi lo han dicho; algunas frases que no quisieron mencionar para la grabación, fueron simplemente exacerbaciones de la furia aún contenida por tanto sufrimiento. En medio de aquellos comentarios nos encontrábamos, cuando irrumpió Omar recién llegado del Sanatorio; situación que hizo desviar rápidamente el tema de conversación. La atención estaba puesta entonces en como habían salido los estudios de su rodilla, que hasta no consultarlo con el médico contemplaría un misterio sin develar. Pero a mi se me hacía ya realmente tarde, asi que tomé mis cosas y dejando clara la posibilidad de otros encuentros, les dí la mano a cada uno, caminé por la galería, y crucé aquella vieja puerta de madera teniendo todavía alojado en el paladar, el sabor de aquel último mate.

Breve reflexión acerca de la experiencia personal con el género entrevista

Debo confesar que convertirme en entrevistador, aunque haya sido por una vez, me ha abierto las puertas a un mundo totalmente desconocido y diferente con respecto a todo lo que pude alguna vez haber imaginado acerca del género. Descubrí en la experiencia, situaciones realmente novedosas y enriquecedoras que jamás creí que podía aportarme el solo hecho de entrevistarme con alguien. Me refiero específicamente a la búsqueda del entrevistado, a ponerme en contacto con él, en conocer su espacio, en terminar descubriendo mas, que aquello que fui a buscar. La antesala, las situaciones por las que atravesé, la tarea de campo previamente realizada, todo aquello que tuvo como desenlace final la entrevista. Que en definitiva fue eso, tan solo un desenlace. Pero el aprendizaje y lo valioso, al menos para mi, había empezado mucho antes.
Cuando tuve la idea de realizarle la entrevista a un veterano de Malvinas, la primer tarea que me propuse fue hablar con un amigo que trabaja en el Banco Macro ente mediante el cual, los ex combatientes cobran su pensión. Efectivamente, mi amigo conocía a varios de ellos y me facilitó el número de teléfono de algunos con los cuales mantenía una relación de mayor confianza. Hablé con uno de ellos y quedó en contestarme, jamás lo hizo. Insistí, pero no volví a poder localizarlo. Entonces me comuniqué con otro que me remarca, al igual que su predecesor, que no le es fácil hablar del tema y que preferiría no hacerlo, pero ante mis reiteradas explicaciones sobre el motivo de la entrevista, accedió a concederme un encuentro para el sábado 30 a la tarde. De todas maneras, quedó en confirmarme el día anterior. El viernes finalmente no recibí noticia alguna de mi potencial entrevistado. Al día siguiente intenté hablar con él y solo obtuve como respuesta la voz de su contestador. Llegada la tarde del sábado, emprendí viaje hacia el barrio “El Dorado”, lugar donde sabía que la mayoría de sus residentes habían combatido en las islas. ¿A qué fuí? ¿Con quién iba a hablar?, aún no lo sabía. Sin saber con exactitud donde quedaba este barrio, descubrí que había llegado a destino cuando comencé a divisar que las casas que inundaban las cuadras, eran del tipo prefabricadas y mantenían todas ellas
la misma fisonomía. Que mas podía hacer entonces que tocar el timbre en cualquiera de ellas; y con algo de miedo, asi hice. Me encontraba unos instantes después, hablando y explicándole a Benito los motivos de mi sorpresiva visita. Él me contaba que con el que debía hablar realmente era con Omar (el mismo que se menciona en la entrevista) que vivía a tan solo tres casas de donde yo me encontraba. El miedo ya había desaparecido.
Fuimos con Omar y después que yo le contara los motivos de mi presencia, me comentó acerca de la existencia del centro de ex combatientes del cual sería presidente en unos días. Ninguno de ellos podía prestarse a concederme la entrevista en aquel momento, por lo que Omar termina arreglando un encuentro con algunos de los muchachos que visitan el centro para el lunes a las 8 de la noche. Omar, Benito, y yo, nos quedamos hablando un largo rato en la calle como si nos conociéramos desde hiciera años. Me contaron de la proyección del centro, de los encuentros que realizan, las charlas que dan, y compartieron también algunas anécdotas del barrio donde viven, de sobre porqué gracias al trato que ellos le proporcionan, es un lugar tranquilo y seguro para vivir. Sin extender demasiado la charla, me despedí de ellos y me fui esperando ansioso la llegada del lunes, el día que me convertiría oficialmente en entrevistador.

Breve reflexión acerca del género entrevista

La entrevista parece ser un género que no esconde muchos secretos. Podemos verlo simplemente como un intercambio de preguntas y respuestas: el entrevistador pregunta, y el entrevistado responde. Existe porsupuesto una pluralidad de circunstancias, de “ruido”, en términos comunicacionales, que hace que ésto no siempre sea así y como cualquier conversación, el encuentro derive hacia lugares previamente jamás contemplados por el entrevistador ni por el entrevistado. Y ésto es lo que convierte al género en un mundo plagado de sorpresas dignas del mas ficticio de los cuentos que se sabe como comienza, pero cuyo final no se descubrirá hasta llegar a la última hoja. De esto se habla por ejemplo, en el texto de Ulibarri. De estas cosas que tiene el oficio del entrevistador, como somos vistos nosotros por el entrevistado, la postura a tener frente a ellos, de las sorpresas que uno no puede prever pero que lógicamente inexplicables, igual aparecen. Entonces la pregunta es: ¿hasta qué punto se puede planear una entrevista? La tarea del entrevistador resulta ser la de Sherlock Holmes al entrar a la escena del crimen tal cual se lee en el texto “Indicios”, de Carlo Guinzburg. Cuando el entrevistador ve el escenario por primera vez, es la mirada del detective la que invade sus ojos. Se encuentra con innumerables indicios que harán que su entrevista transite por nuevos carriles que no tenía previstos al momento de imaginar el encuentro. Todo se convierte en nuevo y lo viejo desaparece. Cada detalle se convierte en una explosión, que casi como la teoría del Big Bang, puede devenir en otro universo diferente y desconocido por el entrevistador. En eso se convierte entonces la entrevista, en un juego cuya regla mas importante resulta ser la improvisación. El entrevistador, cual camaleón, debe mimetizarse con el entorno, mutar la postura de acuerdo al entrevistado, descubrir los detalles para él desconocidos, estar en perfecta armonía con todo lo que va a ser su entrevista. Nada mas diferente que un simple juego de preguntas y respuestas

viernes, 5 de septiembre de 2008

Entrevista -sin editar- (mas cruda que hamburguesa de Mc Donald…)

La entrevista fue realizada a Raúl Torres y a Marcelo Varela, dos ex combatientes de Malvinas. El encuentro tuvo como escenario el Centro de ex- combatientes de Malvinas de la ciudad de Quilmes y fue realizada el 1º de septiembre de 2008.

R: Raúl
M: Marcelo

-¿Como eran sus vidas antes del conflicto? Cuéntenme donde nacieron…
R: Bueno… yo soy chaqueño. Yo nací en un pueblito muy pequeño del Chaco y… bueno, me tocó hacer el servicio militar con tan solo 18 años no…, eeeh… es que era obligación hacerlo no… y bueno, me tocó en Corrientes, en el ejército.
-¿Donde estabas cuando te enteraste de la guerra? ¿Qué pensaste en aquel momento?
R: O sea yo… me incorporé a los 18 años no… con la colimba y el 2 de abril toman Malvinas y la verdad no me dió para pensar nada. Nos enteramos con los compañeros de conscripción allá en Corrientes. Después nos trasladaron a Entre Ríos y después a Comodoro y asi una semana, después Caleta Olivia, Santa Cruz y finalmente Malvinas no...
-¿En qué parte del ejército estuviste?
R: En el 12 infantería de Malvinas.
-Estuviste en pleno conflicto entonces…
R: Si, si… Nosotros estuvimos en Ganso Verde, combatimos, y nos retiramos con la rendición.
-¿Cómo se enteraron de la rendición?
R: Y bueno… nosotros ya estábamos replegados, replegarse es cuando el enemigo te ataca y vos no tenés nada para tirar. Eso es replegarse, cuando vos ya no tenés municiones con que tirar. Vino un superior y dió la orden de repliegue porque ya estábamos rodeados y entonces esa es la realidad. Y al otro día se había izado la bandera blanca.
-Entonces ustedes estuvieron desde que arrancó la guerra hasta que terminó…
R: Nosotros llegamos el 14 de abril allá y estuvimos hasta que nos rendimos el 29 de mayo.
-¿El combate era cuerpo a cuerpo?
R: No, no… El combate duró 3 días, 27, 28 y 29 después eran ataques aéreos, bombardeos todos los días. Y ahí teníamos que estar en las como se llama… (piensa unos segundos) la trinchera, los pozos, que se cavaban uno cada dos semanas.
-Bueno, contáme vos Marcelo donde naciste, como fue tu llegada al ejército, asi lo dejamos descansar un poco a Raúl…
M: Bueno, yo nací en Quilmes. A mi me sortearon, me tocó. Me tocó la décima brigada en la ciudad de La Plata. Yo hacía del… el 20 de abril hacía 20 meses que estaba incorporado. El 2 de abril, cuando se toma Malvinas, yo estaba de guardia. Tomamos Malvinas me acuerdo mas o menos a las 2 de la mañana, cuando yo salí a las 8 de la mañana quedamos encuartelados porque no salió nadie, quedaron ahí. Y los que se habían ido de baja los volvieron a reincorporar, y ahí sacaron la cantidad que se iban a ir a Malvinas y la cantidad que se quedaba. Bueno, a mi me tocó ir y nos tuvieron del 2 de abril hasta el 12 en la brigada. El 12 de abril a la mañana vinieron los camiones y nos llevaron a Aeroparque, de ahí nos fuimos en un avión sin asientos, estábamos todos sentados asi apilados hasta que llegamos a Comodoro. Y de Comodoro nos fuimos a Malvinas. Cuando el avión llega a Malvinas, no paran los motores, tuvimos que bajar corriendo sacando lo bolsones… A mi me tocó ir al “Movi Group”, el “Movi Group” era el cuartel que los ingleses tenían en Malvinas que estaba a 8 kilómetros de Puerto Argentino, mas o menos; donde termina justo la bahía, donde hace la U esa, ahí estaba yo.
-¿Y como era ese lugar?
M: Y… ahí había cocina, agua caliente todo. Cuando nosotros llegamos ahí vimos que había baño, había caldera. Estábamos ahí de día y de noche hacíamos la vigilia. Estaba la fragata a 14 kilómetros adentro de la costa, y de ahí nos tiraban. Empezaban a las 12 de la noche y terminaban a las 3 de la mañana, después empezaban a alargarse, empezaban a las 11 y seguían hasta las tres.
-¿Compartieron la misma posición de combate ustedes?
M: No, no. Él estaba en el frente, que fue por donde entraron los ingleses y yo estaba mas atrás, esa fue la diferencia.
-¿Entonces vos no tuviste tanto enfrentamiento como tuvo él?
M: No, no…
-¿Y como viviste el momento de la rendición vos?
M: Esa, fue igual que la parte de él. Nosotros nos empezamos a replegar hasta que llegamos, o sea… el 14 a la mañana estábamos todos en Puerto Argentino, entonces llegó un comunicado que había un cese al fuego y cerca del mediodía dijeron que firmaron al rendición. O sea, que te enterabas vos por el boca a boca, no es que vino uno y te dijo: se acabó la guerra, no…
-¿Cómo era ese boca a boca?
M: Y… venía un superior te lo decía a vos, vos se lo pasabas a otro teniente y asi…-
-¿Tenían ustedes contacto con los residentes de Malvinas?
M: Ni nosotros, ni creo que alguno haya tenido trato con los kelpers. Lo digo sin temor a equivocarme.
R: Por ejemplo en el caso dio, estábamos en el campo asi que estábamos solos…, estábamos alejados, estábamos como a dos kilómetros de Puerto Argentino.
M: Nosotros cuando llegamos a Puerto Argentino, fue el último día. Y cuando se firmó la rendición nos metieron adentro de un galpón y quedamos ahí dos días…
R: -Por eso es que el trato con la gente no existía…-
-¿Ustedes que edad tenían en ese momento?
R: 18 años.
M: Yo 19.
-¿Y los ingleses?
M: No… ellos eran mucho mas grandes. Para ellos era un trabajo. Para nosotros no, esa es la diferencia…
-¿Sentían ustedes que estaban defendiendo a la Patria?
R: A mi no me importaba nada… yo quería volver a mi casa nada mas…
-¿Vos Marcelo?
M: Y… son un montón de sentimientos encontrados, nosotros éramos pibes que estábamos ahí… yo no creo que nadie quiera estar entre medio de esa guerra y encima con tanta diferencia entre unos y otros…, o sea… ellos tenían un montón de cosas que nosotros no teníamos.
R: La vestimenta misma…
M: Vestimenta, armamento, todo…
R: El profesionalismo que tenían…
-Vieron películas como por ejemplo… “Iluminados por el fuego”
R: No, no… yo lo que ví de “Iluminados por el fuego” es que tiene mucho de verdad.-
-O sea que escenas como la que soldados son estaqueados por robar un pedazo de pan, son verdaderas.
M: Pasó, pasó… A un compañero mío lo pusieron en un container de madera, lo encerraron ahí adentro y lo tuvieron dos días. Nosotros le pasábamos agua con una pajita por entre medio de las hendijas porque lo dejaron ahí sin agua ni comida. Y había robado una tarta de dulce…
-¿Sentían ustedes que peleaban contra dos enemigos?
R: Y… si. Vivíamos en un constante maltrato, luchábamos contra propios y ajenos… vos si querés tener a un soldado para ir a una guerra, tenés que tenerlo bien alimentado, bien preparado, sino no te sirve un soldado. Como podes tener a un soldado muerto de hambre, como vas a pelear con ese soldado muerto de hambre.
M: Es asi. Yo creo que el trato que el ejército tuvo con nosotros fue malísimo, sin necesidad. Yo pienso que fue innecesario. Eso es lo que pienso hoy 26 años después.
-¿Les quedó resentimiento hacia los ingleses?
R: No… al contrario… si ellos fueron mas personas que los propios argentinos. Nos dieron comida caliente, leche, chocolate; yo estoy vivo gracias a ellos.
M: Yo igual a los inglese no los quiero. Me hayan dado de comer, no me hayan dado de comer, hoy no los quiero, ni los quise en aquel momento ni los quiero hoy tampoco. Me quedó eso y no me interesan lo que me hayan dado.
R: A mi particularmente como me trataron yo me quedo con ellos.-
M: Si, nos trataron bien. Nos subieron al Canberra, nos daban de comer dos veces por día, comíamos al mediodía y a la noche.
-¿Cómo fue el desembarco?
M: Estuvimos 3 días y 2 noches en el barco hasta que desembarcamos en Puerto Madryn y después salíamos para Uruguay.
R: Yo no. Nos llevan al estrecho San Carlos, nos suben a un barco, navegamos 10 días y diez noches creo… y llegamos a Montevideo. Y de Montevideo nos entregaron a Cruz Roja Internacional. Después nos mandan a La Plata y de La Plata nos esperaba la compañía de colectivos Chevallier y nos mandan a Campo de Mayo y ahí nos tuvieron una semana, ¿para que nos tuvieron? para darnos vitaminas en la comida y engordarnos…
-Si yo les pregunto que concepto de identidad representan ustedes, que me responderían. ¿Qué rol representan para la sociedad?
R: Mirá… a nosotros nos dicen permanente que somos héroes. Para la mayoría con quienes hablamos nos ven asi. Y yo siempre digo que los héroes están allá. Los verdaderos héroes quedaron allá.
-¿Vos Marcelo?
M: Coincido con Raúl en lo que dice. Si yo pienso hoy en mi identidad, pienso que mi verdadera identidad me la robaron. Yo fui otra persona a partir de haber ido a una guerra a la cual no tendría haber ido… si las cosas hubieran sido como debieron ser, mi identidad pasaría por otro lado, mi lugar en la sociedad seria diferente… mi vida sería diferente…
R: -Nosotros dimos lo mas preciado que tiene le ser humano que es la vida…-
-¿Cómo fue el momento en que llegaron?
R: Yo te voy a contar como fue todo antes… Nos vinimos como te explicaba antes, nos llevaron a Montevideo, de Montevideo a La Plata y de La Plata al regimiento donde estábamos y ahí nos dieron licencia, como si fuera franco. Pero nos dijeron: ojo con lo que dicen…
-Aquí no pasó nada…
R: Exactamente. Incluso nos hicieron firmar algo lo cual no nos permitía hablar… una cosa asi.
-¿Y no te detuviste a pensar un momento en lo que hacías?
R: Y… yo tenía 18 años no me importaba nada… yo solo quería que me den de baja. Lo único que me importaba era ser libre nada mas.
-¿Vos Marcelo, como llegaste?
M: A mi me trajeron del sur a Aeroparque y de Aeroparque me llevaron a Campo de Mayo, nos dijeron que nos iban a hacer un reconocimiento medico, no se. Nos iban a mirar los médicos a ver que problemas teníamos. Me hicieron abrir la boca, me miraron los dientes, y eso fue toda la revisación médica. De ahí nos enviaron a una brigada que estaba en La Plata, cuando llegamos a La Plata no nos querían dejar salir, querían que nos quedáramos a dormir ahí, que salgamos al otro día a la mañana. Pero bueno, hicieron tanto lío que al final salimos ese mismo día a la tarde y salí y tome el tren para mi casa.
-¿Cómo fue el reencuentro con tu familia?
M: Estaban mi viejo, mi vieja y mi hermano.
-¿Sabían que ibas a llegar?
M: -Por lo menos mi vieja me estaba esperando. Sinceramente no pregunte nada, yo solo quería llegar (prolongado silencio). Aparte cuando yo me fui a Malvinas no pude despedirme de mi vieja porque yo estaba encuartelado, asi que del cuartel me fui a Malvinas. Asi que yo a mi familia no la ví y me quedó un dolor que… que se yo (se emociona), el dolor de no poder despedirme. No me pude despedir de mi vieja. Cuando mi mamá había ido allá, yo ya había salido a la 3 de la mañana y a mi me quedó un dolor impresionante… y hoy que soy padre a lo mejor me duele mas.
-¿Cómo es continuar con la vida después de todo lo que vivieron?
R: Yo te voy a contar… yo llego allá y trabajaba con un señor en una carpintería y llego y me dice el patrón… el no me quería decir nada de Malvinas porque sabía que yo no quería hablar nada, nada. Recién hace dos años que empecé a hablar sobre Malvinas, nunca lo hablé. Me preguntaban cosas y yo esquivaba porque creía que solo yo me entendía hasta que después con la ayuda de la psicóloga empecé a hablar...
M: Yo por mi parte había trabajado en un taller mecánico y el mismo dueño me dijo que me guardaba el lugar asi que cuando yo vine estuve como 3 o 4 semanas trabajando con él hasta queme puse mi propio taller.
-Entonces te respetaron el puesto de trabajo…
M: Como yo venía trabajando el me dijo: yo pagarte no te puedo pagar pero cuando vos vengas el puesto es tuyo y cuando vine le pregunté si me había guardado el lugar o no y me dijo que si, asi que volví a trabajar al taller donde yo estaba.
-¿Y vos Marcelo te costó hablar del tema después que volviste?
M: Yo tampoco pude hablar mucho. Nunca conté nada, aparte en Campo de Mayo me dijeron lo mismo que le dijeron a él asi que… ¿por que motivos no hable? no se… pero nunca lo comenté.
R: Yo tengo un hijo de 23 años, un muchacho como vos y nunca le conté nada. Es que yo no puedo hablar con vos por ejemplo si no viviste lo que fue la guerra.
-Existe una identificación entre ustedes entonces…
M: El otro entiende de lo que estas hablando… Vos sabes que cuando hablás con otra persona es como que no le llega exactamente lo que vos quisiste decirle no… Vos sabés lo que al otro le pasó, lo que te está diciendo... es una cosa rara que se yo… pero es asi.
-¿Cómo fue vivir la reinserción en la sociedad a medida que fueron creciendo, cuando ya eran adultos?
R: Y yo trabajé en la carpintería hasta el año pasado que renuncié para entrar… ahora la provincia de Buenos Aires nos dá un trabajo en la escuelas como porteros y renuncié y me vine a trabajar a Buenos Aires, pero he pasado malos momentos. No es fácil ser casado, con tres pibes y laburás vos solo viste…
-¿Te jugaba en contra a lo largo de tu vida haber ido a Malvinas?
R: No, no. Nunca traté de pensar en eso tampoco…
-¿Vos Marcelo, Seguís trabajando como mecánico?
M: -Yo trabajé como mecánico hasta hace 3 años y hoy trabajo en un colegio como portero.
-Ustedes sienten que recién ahora están recibiendo por parte del gobierno la ayuda que debieron haber tenido en su momento…
M: Y yo lo que te puedo decir que el ejército nos dejó 9 años tirados desde que nosotros vinimos de Malvinas hasta que ponele haya empezado a pagar la pensión, sin un peso, sin un tratamiento psicológico ni nada. O sea, terminó la guerra, nos mandaron a casa y arreglate como puedas.
R: Un tratamiento psicológico nada…
-¿A Partir de que año comenzaron a recibir ayuda del gobierno?
R: Del 91 me parece a partir del gobierno de Menem.
M: Si, de aquella época y ahora último nos la han aumentado.
-¿Qué sienten que les está faltando a ustedes?
M: Una atención psicológica… existe un programa de salud que en estos momentos no está funcionando como tendría que funcionar. Tendrían que hacer un plan de salud que funcione realmente. Te digo que es importante porque tenemos 300 muchachos que se suicidaron… Los muchachos que se suicidaron con una buena atención psicológica quizás no se hubieran matado.
-Es una prioridad entonces…
M: Totalmente…
-Me comentaba Omar (futuro presidente del Centro de ex-combatientes) que el muchacho que falleció el 13 de junio último, estuvo comiendo con ustedes la noche anterior…
M: Si, es verdad. Estuvo comiendo acá y al día siguiente lo encontraron en la casa que se había suicidado… Por eso te digo que hoy no hay una cosa mas importante que eso…
Que no hemos tenido bajo ningún gobierno, ni del ejército, ni de nada… nos arreglaron un poco con la plata y nada mas…
-Cuéntenme un poco como fue lo de el barrio “El Dorado”…
M: Es como un plan F.O.N.A.V.I., un plan de viviendas para el ex combatiente. Consiguieron los terrenos, hicieron las casas, creo que el municipio o la gobernación y bueno…
-¿Y como se asignaban esas viviendas a los ex combatientes?
M: -Por medio del centro, del centro de veteranos. Se evaluaban las condiciones de los que se anotaban y se les asignaba…
-¿Y como fue el trato al ex combatiente en el interior, te lo pregunto a vos Raúl?-
R: -Yo lo único que te puedo decir es que acá estoy mejor. El trato acá fue mejor.-
-Por lo menos aca tienen la posibilidad de trabajo… ¿Cómo es que se eligen a los veteranos para los puestos que por ejemplo ocupan ustedes?
M: Nosotros nos anotamos en el Consejo escolar y la Municipalidad nos va colocando. La ley dice que cada 9 personas del listado común para ingresar de portero, uno tiene que ser un veterano, es decir el décimo tiene que ser uno de nosotros.
-¿Qué es para ustedes el centro de ex combatientes?
R: Es un lugar donde nos podemos reunir nosotros y hablar de cosas…
-¿Y de que hablan generalmente?
M: Malvinas… siempre Malvinas. Arrancamos hablando de fútbol y terminamos con Malvinas, empezás hablando de cualquier cosa y terminás hablando de Malvinas…
R: Es una terapia para nosotros…
-¿Y ustedes tenían idea de las cosas que aca se decían, que íbamos ganando, demás...?
M: Nosotros escuchábamos Radio Colonia que decía la verdad y ahí sabíamos como eran las cosas.
R: Fijate que a mi me hacían mentirle a mi madre; que estábamos bien, que habíamos comido, que no teníamos frío… Lo que pasa es que si decíamos lo que realmente estaba pasando nos rompían las cartas, asi que no podíamos.
M: A nosotros nos decían: fíjense lo que ponen porque sino no las mandamos. Preferíamos por lo menos mandar una carta aunque sea diciendo eso…
-¿Ustedes creen que se daba cuenta el soldado inglés que con lo que se estaba enfrentando eran con chicos que no tenían ni idea de cómo disparar un arma?
R: Yo creo que si
M: Si, totalmente. No se habrán dado cuenta al principio pero después empezaron a ver que clase de soldados éramos y un poco que en parte nos perdonaron algunas cosas por eso. Pero igual no les doy las gracias.
R: Yo entiendo la pregunta que el hizo. Ellos nos veían con las caritas flacas asi desnutridos, no creo que nos hayan tenido lástima pero que se hayan dado cuenta de esto, evitó mas muertes.
M: Si, no mataron mas porque no quisieron. El ultimo día por ejemplo nosotros veníamos caminando por la calle, que a veces se ve en la televisión que vienen unos muchachos caminando atrás de otros, por la calle llena de agua. Y cuando nosotros veníamos caminando por la calle, arriba en la colina por donde nosotros habíamos bajado, caían los morteros e impactaban en la tierra. Es decir, si esos los hubieran tirado en vez de para arriba, para el asfalto donde veníamos caminando nosotros, nos hubiera matado a todos.
-Bueno, para cerrar la entrevista me gustaría que me dijeran alguna frase o comentario que se le ocurra, no se… alguna cosa que yo no les haya preguntado…
R: Que desgraciadamente nos tocó a nosotros, eso…
M: Yo lo único que te puedo decir es que la guerra no sirvió para nada….