La entrevista fue realizada a Raúl Torres y a Marcelo Varela, dos ex combatientes de Malvinas que hablaron de cómo era su vida antes del conflicto, su paso por las islas, y como sobrellevan hoy el hecho de ser veteranos de guerra a 26 años del conflicto. El encuentro tuvo como escenario el Centro de ex- combatientes de Malvinas de la ciudad de Quilmes y fue realizada el 1º de septiembre de 2008.
Cayó la noche y llegué cinco minutos tarde al lugar de encuentro. No suele ser esta mi costumbre pero debo decir que así fue. Ocurre que no conocía con precisión (no la conozco hoy) la dirección del centro, ya que solo he pasado por ahí circunstancialmente y tan solo me dejé guiar por la intuición y la memoria, que me recordaban que lo que buscaba se encontraba situado detrás de la estación de Quilmes. Era en la calle Entre Ríos, eso si lo recordaba. Entré a la antigua casona, y unos viejos cuadros con mapas de las Islas Malvinas comenzaron a interiorizarme con aquello que vendría. Me recibió ya en la galería Omar, futuro presidente del Centro de Ex combatientes quien acordó mi encuentro con los dos entrevistados. Inmediatamente irrumpió en escena Raúl, quien con una sonrisa tímida y gesto amable ofreció convidarme con un mate que tras mi positiva respuesta cebó, dejando caer el agua del termo alojado debajo de su axila. A mi derecha se aproximaba Marcelo, quien acercándose lentamente extendió su mano derecha para saludarme mientras que con la izquierda sostenía su cigarrillo a medio fumar. —Bueno, los dejo que tengo que irme a hacer unos estudios al Sanatorio, asi pueden hablar tranquilos…— dijo Omar y se retiró. Nos sentamos en tres características sillas Mascardi, esas que son blancas y de plástico; y frente a frente y mate a mate comenzamos esta charla…
— ¿Como eran sus vidas antes del conflicto? Cuéntenme donde nacieron…
Raúl: — Yo soy chaqueño. Nací en un pueblito muy pequeño del Chaco y me tocó hacer el servicio militar con tan solo 18 años. Era obligación hacerlo y me tocó en Corrientes, en el ejército.
— Bueno, contáme vos Marcelo: ¿donde naciste, como fue tu llegada al ejército?
Marcelo: — Yo nací en Quilmes. A mi me sortearon, me tocó. Estuve en la décima brigada de la ciudad de La Plata. Yo hacía del 20 de abril es decir, hacía 20 meses que estaba incorporado. El 2 de abril, cuando se tomó Malvinas, yo estaba de guardia. Tomamos Malvinas me acuerdo a las 2 de la mañana, y quedamos encuartelados. Y los que se habían ido de baja los volvieron a reincorporar, y ahí sacaron la cantidad que se iban a ir a Malvinas y la cantidad que se quedaba. A mi me tocó ir y nos tuvieron del 2 de abril hasta el 12 en la brigada. El 12 de abril a la mañana vinieron los camiones y nos llevaron a Aeroparque, de ahí nos fuimos en un avión sin asientos, estábamos todos sentados y apilados, hasta que llegamos a Comodoro. Y de Comodoro nos fuimos a Malvinas. Cuando el avión llegó a Malvinas, no pararon los motores, tuvimos que bajar corriendo.
— ¿Entonces los terminan “tirando” desde los aviones?
M: — Exactamente.
— ¿Y cuentenmé, vieron películas como por ejemplo “Iluminados por el fuego”?
R: — No, no. Yo lo que veo de “Iluminados por el fuego” es que tiene mucho de verdad.
— ¿Son verdaderas entonces las escenas en las que por ejemplo algunos soldados son estaqueados por robar un pedazo de pan?
M: — Pasó, pasó. A un compañero mío lo pusieron en un container de madera, lo encerraron ahí adentro y lo tuvieron dos días. Nosotros le pasábamos agua con una pajita por entre medio de las hendijas porque lo dejaron ahí sin agua ni comida. Y solamente había robado una tarta de dulce.
— ¿Sentían ustedes que peleaban contra dos enemigos?
R: — Si. Vivíamos en un constante maltrato, luchábamos contra propios y ajenos. Vos si querés tener a un soldado para ir a una guerra tenés que tenerlo bien alimentado, bien preparado, sino, no te sirve un soldado. ¿Cómo podes tener a un soldado muerto de hambre? ¿Cómo vas a pelear con ese soldado muerto de hambre?
M: Es asi. Yo creo que el trato que el ejército tuvo con nosotros fue malísimo, sin necesidad. Yo pienso que fue innecesario. Eso es lo que pienso hoy 26 años después.
— ¿Les quedó resentimiento hacia los ingleses?
R: — No, al contrario. Ellos fueron mas personas que los propios argentinos. Nos dieron comida caliente, leche, chocolate. Yo estoy vivo gracias a ellos.
M: Yo igual a los inglese no los quiero. Me hayan dado de comer, no me hayan dado de comer, hoy no los quiero. Ni los quise en aquel momento, ni los quiero hoy tampoco. Me quedó eso y no me interesa lo que me hayan dado.
R: A mi particularmente como me trataron, yo me quedo con ellos.
— ¿Y mientras estaban allá, ustedes tenían idea de las cosas que aca se decían, que por ejemplo íbamos ganando y demás?
M: — Nosotros escuchábamos Radio Colonia que decía la verdad y ahí sabíamos como eran las cosas.
R: Fijate que a mi me hacían mentirle a mi madre; que estábamos bien, que habíamos comido, que no teníamos frío. Lo que pasa es que si decíamos lo que realmente estaba pasando nos rompían las cartas, asi que no podíamos.
M: A nosotros nos decían: fíjense lo que ponen porque sino no las mandamos. Preferíamos por lo menos mandar una carta aunque sea diciendo eso…
— Si yo les pregunto que concepto de identidad representan ustedes, ¿qué me responderían? ¿Qué rol representan para la sociedad?
R: — A nosotros nos dicen permanente que somos héroes. Con la mayoría con quienes hablamos, nos ven asi. Y yo siempre digo que los héroes están allá. Los verdaderos héroes quedaron allá.
— ¿Vos Marcelo?
M: — Coincido con Raúl en lo que dice. Si yo pienso hoy en mi identidad, pienso que mi verdadera identidad me la robaron. Yo fui otra persona a partir de haber ido a una guerra a la cual no tendría haber ido. Si las cosas hubieran sido como debieron ser, mi identidad pasaría por otro lado, mi lugar en la sociedad seria diferente, mi vida sería diferente.
R: Nosotros dimos lo mas preciado que tiene el ser humano que es la vida.
— ¿Cómo fue el momento en que llegaron?
R: — Yo te voy a contar como fue todo antes. Primero nos llevaron a Montevideo, de Montevideo a La Plata, y de La Plata al regimiento. Ahí nos dieron licencia, como si fuera franco. Pero nos dijeron: ojo con lo que dicen.
— Aquí no pasó nada…
R: — Tal cual. Incluso nos hicieron firmar algo por lo cual no podíamos hablar.
— ¿Y no te detuviste a pensar un momento en lo que hacías?
R: — Yo tenía 18 años, no me importaba nada. Solamente quería que me den de baja. Lo único que me importaba era ser libre nada mas.
— ¿Vos Marcelo, como llegaste?
M: — A mi me trajeron del sur a Aeroparque y de Aeroparque me llevaron a Campo de Mayo, ahí nos dijeron que nos iban a hacer un reconocimiento medico. Nos dijeron que nos iban a mirar los médicos para ver que problemas teníamos. Me hicieron abrir la boca, me miraron los dientes, y eso fue toda la revisación médica. De ahí nos enviaron a una brigada que estaba en La Plata. Cuando llegamos a La Plata, no nos querían dejar salir, querían que nos quedáramos a dormir ahí y que salgamos al otro día a la mañana. Pero bueno, hicieron tanto lío que al final salimos ese mismo día a la tarde. Me acuerdo que me fuí y me tomé el tren para mi casa.
— ¿Cómo fue el reencuentro con tu familia?
M: — Estaban mi viejo, mi vieja y mi hermano.
— ¿Sabían que ibas a llegar?
M: — Por lo menos mi vieja me estaba esperando. Sinceramente no pregunté nada, yo solo quería llegar (prolongado silencio). Aparte cuando yo me fuí a Malvinas no pude despedirme de mi vieja porque yo estaba encuartelado, asi que del cuartel me fuí a Malvinas. Por eso es que yo a mi familia no la ví y me quedó un dolor que… que se yo… (se emociona), el dolor de no poder despedirme. No me pude despedir de mi vieja. Cuando mi mamá había ido allá, yo ya había salido a la 3 de la mañana y a mi me quedó un dolor impresionante… y hoy que soy padre a lo mejor me duele mas.
— ¿Cómo es continuar con la vida después de todo lo que vivieron?
R: — Yo te voy a contar: yo allá trabajaba con un señor en una carpintería, el no me quería decir nada de Malvinas porque sabía que yo no quería hablar nada, nada. Recién hace dos años que empecé a hablar sobre Malvinas, nunca lo hablé. Me preguntaban cosas y yo esquivaba, porque creía que solo yo me entendía. Hasta que después con la ayuda de la psicóloga empecé a hablar.
— ¿Y vos Marcelo te costó hablar del tema después que volviste?
M: — Yo tampoco pude hablar mucho. Nunca conté nada, aparte en Campo de Mayo me dijeron lo mismo que le dijeron a él asi que no contaba nada. ¿Por qué motivos no hablé? No sé, pero nunca lo comenté.
R: Yo tengo un hijo de 23 años, un muchacho como vos y nunca le conté nada. Es que yo no puedo hablar con vos por ejemplo si no viviste lo que fue la guerra.
— Entiendo. ¿Sienten que recién ahora están recibiendo por parte del gobierno la ayuda que debieron haber tenido en su momento?
M: — Yo lo que te puedo decir que el ejército nos dejó 9 años tirados. Desde que nosotros vinimos de Malvinas, hasta que empezó a pagarse la pensión; sin un peso, sin un tratamiento psicológico, nada. O sea, terminó la guerra, nos mandaron a casa, y arreglate como puedas.
R: Un tratamiento psicológico, nada nos dieron.
— ¿Qué sienten que mas les está faltando a ustedes ahora?
M: — Una atención psicológica. Existe un programa de salud que en estos momentos no está funcionando como tendría que funcionar. Tendrían que hacer un plan de salud que funcione realmente. Te digo que es importante porque tenemos 300 muchachos que se suicidaron. Los muchachos que se suicidaron con una buena atención psicológica quizás no se hubieran matado.
— Me comentaba Omar (futuro presidente del Centro de ex-combatientes) que el muchacho que falleció el 13 de junio último, estuvo comiendo con ustedes la noche anterior, ¿fue así esto?
M: — Sí, es verdad. Estuvo comiendo acá y al día siguiente lo encontraron en la casa muerto porque se había suicidado. Por eso te digo que hoy no hay una cosa mas importante que eso. Que no hemos tenido bajo ningún gobierno, ni del ejército, ni de nada. Nos arreglaron con un poco con la plata y nada mas.
— ¿Qué es para ustedes el centro de ex combatientes hoy?
R: — Es un lugar donde nos podemos reunir y hablar de cosas.
— ¿Y de que hablan generalmente?
M: — Malvinas… siempre Malvinas. Arrancamos hablando de fútbol y terminamos con Malvinas, empezás hablando de cualquier cosa y terminás hablando de Malvinas.
R: Es una terapia para nosotros.
— Bueno, para cerrar la entrevista me gustaría que me dijeran alguna frase o comentario que se les ocurra, alguna cosa que yo no les haya preguntado tal vez…
R: — Que desgraciadamente nos tocó a nosotros, eso…
M: Yo lo único que te puedo decir es que la guerra no sirvió para nada….
Finalizada la entrevista, siempre mate de por medio, compartí con ellos algunos momentos mas donde me han realizado comentarios “off the records”, los cuales me han pedido no ser divulgados por motivos que no voy a contar pero que supe comprender. Todo lo que dijeron en la charla, asi lo han dicho; algunas frases que no quisieron mencionar para la grabación, fueron simplemente exacerbaciones de la furia aún contenida por tanto sufrimiento. En medio de aquellos comentarios nos encontrábamos, cuando irrumpió Omar recién llegado del Sanatorio; situación que hizo desviar rápidamente el tema de conversación. La atención estaba puesta entonces en como habían salido los estudios de su rodilla, que hasta no consultarlo con el médico contemplaría un misterio sin develar. Pero a mi se me hacía ya realmente tarde, asi que tomé mis cosas y dejando clara la posibilidad de otros encuentros, les dí la mano a cada uno, caminé por la galería, y crucé aquella vieja puerta de madera teniendo todavía alojado en el paladar, el sabor de aquel último mate.
Cayó la noche y llegué cinco minutos tarde al lugar de encuentro. No suele ser esta mi costumbre pero debo decir que así fue. Ocurre que no conocía con precisión (no la conozco hoy) la dirección del centro, ya que solo he pasado por ahí circunstancialmente y tan solo me dejé guiar por la intuición y la memoria, que me recordaban que lo que buscaba se encontraba situado detrás de la estación de Quilmes. Era en la calle Entre Ríos, eso si lo recordaba. Entré a la antigua casona, y unos viejos cuadros con mapas de las Islas Malvinas comenzaron a interiorizarme con aquello que vendría. Me recibió ya en la galería Omar, futuro presidente del Centro de Ex combatientes quien acordó mi encuentro con los dos entrevistados. Inmediatamente irrumpió en escena Raúl, quien con una sonrisa tímida y gesto amable ofreció convidarme con un mate que tras mi positiva respuesta cebó, dejando caer el agua del termo alojado debajo de su axila. A mi derecha se aproximaba Marcelo, quien acercándose lentamente extendió su mano derecha para saludarme mientras que con la izquierda sostenía su cigarrillo a medio fumar. —Bueno, los dejo que tengo que irme a hacer unos estudios al Sanatorio, asi pueden hablar tranquilos…— dijo Omar y se retiró. Nos sentamos en tres características sillas Mascardi, esas que son blancas y de plástico; y frente a frente y mate a mate comenzamos esta charla…
— ¿Como eran sus vidas antes del conflicto? Cuéntenme donde nacieron…
Raúl: — Yo soy chaqueño. Nací en un pueblito muy pequeño del Chaco y me tocó hacer el servicio militar con tan solo 18 años. Era obligación hacerlo y me tocó en Corrientes, en el ejército.
— Bueno, contáme vos Marcelo: ¿donde naciste, como fue tu llegada al ejército?
Marcelo: — Yo nací en Quilmes. A mi me sortearon, me tocó. Estuve en la décima brigada de la ciudad de La Plata. Yo hacía del 20 de abril es decir, hacía 20 meses que estaba incorporado. El 2 de abril, cuando se tomó Malvinas, yo estaba de guardia. Tomamos Malvinas me acuerdo a las 2 de la mañana, y quedamos encuartelados. Y los que se habían ido de baja los volvieron a reincorporar, y ahí sacaron la cantidad que se iban a ir a Malvinas y la cantidad que se quedaba. A mi me tocó ir y nos tuvieron del 2 de abril hasta el 12 en la brigada. El 12 de abril a la mañana vinieron los camiones y nos llevaron a Aeroparque, de ahí nos fuimos en un avión sin asientos, estábamos todos sentados y apilados, hasta que llegamos a Comodoro. Y de Comodoro nos fuimos a Malvinas. Cuando el avión llegó a Malvinas, no pararon los motores, tuvimos que bajar corriendo.
— ¿Entonces los terminan “tirando” desde los aviones?
M: — Exactamente.
— ¿Y cuentenmé, vieron películas como por ejemplo “Iluminados por el fuego”?
R: — No, no. Yo lo que veo de “Iluminados por el fuego” es que tiene mucho de verdad.
— ¿Son verdaderas entonces las escenas en las que por ejemplo algunos soldados son estaqueados por robar un pedazo de pan?
M: — Pasó, pasó. A un compañero mío lo pusieron en un container de madera, lo encerraron ahí adentro y lo tuvieron dos días. Nosotros le pasábamos agua con una pajita por entre medio de las hendijas porque lo dejaron ahí sin agua ni comida. Y solamente había robado una tarta de dulce.
— ¿Sentían ustedes que peleaban contra dos enemigos?
R: — Si. Vivíamos en un constante maltrato, luchábamos contra propios y ajenos. Vos si querés tener a un soldado para ir a una guerra tenés que tenerlo bien alimentado, bien preparado, sino, no te sirve un soldado. ¿Cómo podes tener a un soldado muerto de hambre? ¿Cómo vas a pelear con ese soldado muerto de hambre?
M: Es asi. Yo creo que el trato que el ejército tuvo con nosotros fue malísimo, sin necesidad. Yo pienso que fue innecesario. Eso es lo que pienso hoy 26 años después.
— ¿Les quedó resentimiento hacia los ingleses?
R: — No, al contrario. Ellos fueron mas personas que los propios argentinos. Nos dieron comida caliente, leche, chocolate. Yo estoy vivo gracias a ellos.
M: Yo igual a los inglese no los quiero. Me hayan dado de comer, no me hayan dado de comer, hoy no los quiero. Ni los quise en aquel momento, ni los quiero hoy tampoco. Me quedó eso y no me interesa lo que me hayan dado.
R: A mi particularmente como me trataron, yo me quedo con ellos.
— ¿Y mientras estaban allá, ustedes tenían idea de las cosas que aca se decían, que por ejemplo íbamos ganando y demás?
M: — Nosotros escuchábamos Radio Colonia que decía la verdad y ahí sabíamos como eran las cosas.
R: Fijate que a mi me hacían mentirle a mi madre; que estábamos bien, que habíamos comido, que no teníamos frío. Lo que pasa es que si decíamos lo que realmente estaba pasando nos rompían las cartas, asi que no podíamos.
M: A nosotros nos decían: fíjense lo que ponen porque sino no las mandamos. Preferíamos por lo menos mandar una carta aunque sea diciendo eso…
— Si yo les pregunto que concepto de identidad representan ustedes, ¿qué me responderían? ¿Qué rol representan para la sociedad?
R: — A nosotros nos dicen permanente que somos héroes. Con la mayoría con quienes hablamos, nos ven asi. Y yo siempre digo que los héroes están allá. Los verdaderos héroes quedaron allá.
— ¿Vos Marcelo?
M: — Coincido con Raúl en lo que dice. Si yo pienso hoy en mi identidad, pienso que mi verdadera identidad me la robaron. Yo fui otra persona a partir de haber ido a una guerra a la cual no tendría haber ido. Si las cosas hubieran sido como debieron ser, mi identidad pasaría por otro lado, mi lugar en la sociedad seria diferente, mi vida sería diferente.
R: Nosotros dimos lo mas preciado que tiene el ser humano que es la vida.
— ¿Cómo fue el momento en que llegaron?
R: — Yo te voy a contar como fue todo antes. Primero nos llevaron a Montevideo, de Montevideo a La Plata, y de La Plata al regimiento. Ahí nos dieron licencia, como si fuera franco. Pero nos dijeron: ojo con lo que dicen.
— Aquí no pasó nada…
R: — Tal cual. Incluso nos hicieron firmar algo por lo cual no podíamos hablar.
— ¿Y no te detuviste a pensar un momento en lo que hacías?
R: — Yo tenía 18 años, no me importaba nada. Solamente quería que me den de baja. Lo único que me importaba era ser libre nada mas.
— ¿Vos Marcelo, como llegaste?
M: — A mi me trajeron del sur a Aeroparque y de Aeroparque me llevaron a Campo de Mayo, ahí nos dijeron que nos iban a hacer un reconocimiento medico. Nos dijeron que nos iban a mirar los médicos para ver que problemas teníamos. Me hicieron abrir la boca, me miraron los dientes, y eso fue toda la revisación médica. De ahí nos enviaron a una brigada que estaba en La Plata. Cuando llegamos a La Plata, no nos querían dejar salir, querían que nos quedáramos a dormir ahí y que salgamos al otro día a la mañana. Pero bueno, hicieron tanto lío que al final salimos ese mismo día a la tarde. Me acuerdo que me fuí y me tomé el tren para mi casa.
— ¿Cómo fue el reencuentro con tu familia?
M: — Estaban mi viejo, mi vieja y mi hermano.
— ¿Sabían que ibas a llegar?
M: — Por lo menos mi vieja me estaba esperando. Sinceramente no pregunté nada, yo solo quería llegar (prolongado silencio). Aparte cuando yo me fuí a Malvinas no pude despedirme de mi vieja porque yo estaba encuartelado, asi que del cuartel me fuí a Malvinas. Por eso es que yo a mi familia no la ví y me quedó un dolor que… que se yo… (se emociona), el dolor de no poder despedirme. No me pude despedir de mi vieja. Cuando mi mamá había ido allá, yo ya había salido a la 3 de la mañana y a mi me quedó un dolor impresionante… y hoy que soy padre a lo mejor me duele mas.
— ¿Cómo es continuar con la vida después de todo lo que vivieron?
R: — Yo te voy a contar: yo allá trabajaba con un señor en una carpintería, el no me quería decir nada de Malvinas porque sabía que yo no quería hablar nada, nada. Recién hace dos años que empecé a hablar sobre Malvinas, nunca lo hablé. Me preguntaban cosas y yo esquivaba, porque creía que solo yo me entendía. Hasta que después con la ayuda de la psicóloga empecé a hablar.
— ¿Y vos Marcelo te costó hablar del tema después que volviste?
M: — Yo tampoco pude hablar mucho. Nunca conté nada, aparte en Campo de Mayo me dijeron lo mismo que le dijeron a él asi que no contaba nada. ¿Por qué motivos no hablé? No sé, pero nunca lo comenté.
R: Yo tengo un hijo de 23 años, un muchacho como vos y nunca le conté nada. Es que yo no puedo hablar con vos por ejemplo si no viviste lo que fue la guerra.
— Entiendo. ¿Sienten que recién ahora están recibiendo por parte del gobierno la ayuda que debieron haber tenido en su momento?
M: — Yo lo que te puedo decir que el ejército nos dejó 9 años tirados. Desde que nosotros vinimos de Malvinas, hasta que empezó a pagarse la pensión; sin un peso, sin un tratamiento psicológico, nada. O sea, terminó la guerra, nos mandaron a casa, y arreglate como puedas.
R: Un tratamiento psicológico, nada nos dieron.
— ¿Qué sienten que mas les está faltando a ustedes ahora?
M: — Una atención psicológica. Existe un programa de salud que en estos momentos no está funcionando como tendría que funcionar. Tendrían que hacer un plan de salud que funcione realmente. Te digo que es importante porque tenemos 300 muchachos que se suicidaron. Los muchachos que se suicidaron con una buena atención psicológica quizás no se hubieran matado.
— Me comentaba Omar (futuro presidente del Centro de ex-combatientes) que el muchacho que falleció el 13 de junio último, estuvo comiendo con ustedes la noche anterior, ¿fue así esto?
M: — Sí, es verdad. Estuvo comiendo acá y al día siguiente lo encontraron en la casa muerto porque se había suicidado. Por eso te digo que hoy no hay una cosa mas importante que eso. Que no hemos tenido bajo ningún gobierno, ni del ejército, ni de nada. Nos arreglaron con un poco con la plata y nada mas.
— ¿Qué es para ustedes el centro de ex combatientes hoy?
R: — Es un lugar donde nos podemos reunir y hablar de cosas.
— ¿Y de que hablan generalmente?
M: — Malvinas… siempre Malvinas. Arrancamos hablando de fútbol y terminamos con Malvinas, empezás hablando de cualquier cosa y terminás hablando de Malvinas.
R: Es una terapia para nosotros.
— Bueno, para cerrar la entrevista me gustaría que me dijeran alguna frase o comentario que se les ocurra, alguna cosa que yo no les haya preguntado tal vez…
R: — Que desgraciadamente nos tocó a nosotros, eso…
M: Yo lo único que te puedo decir es que la guerra no sirvió para nada….
Finalizada la entrevista, siempre mate de por medio, compartí con ellos algunos momentos mas donde me han realizado comentarios “off the records”, los cuales me han pedido no ser divulgados por motivos que no voy a contar pero que supe comprender. Todo lo que dijeron en la charla, asi lo han dicho; algunas frases que no quisieron mencionar para la grabación, fueron simplemente exacerbaciones de la furia aún contenida por tanto sufrimiento. En medio de aquellos comentarios nos encontrábamos, cuando irrumpió Omar recién llegado del Sanatorio; situación que hizo desviar rápidamente el tema de conversación. La atención estaba puesta entonces en como habían salido los estudios de su rodilla, que hasta no consultarlo con el médico contemplaría un misterio sin develar. Pero a mi se me hacía ya realmente tarde, asi que tomé mis cosas y dejando clara la posibilidad de otros encuentros, les dí la mano a cada uno, caminé por la galería, y crucé aquella vieja puerta de madera teniendo todavía alojado en el paladar, el sabor de aquel último mate.
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