Desmintiendo el título de la reflexión, debo decir que estamos a mas de la mitad de la cursada. No mucho, pero lo justo es justo. De todas formas, considero que a esta altura del cuatrimestre es mas que apropiado hacer un balance sobre lo hasta aquí transcurrido. Del comienzo a esta parte, hemos estado trabajando dos diferentes tipos de escritura: la entrevista y la crónica. Ambas desconocidas para mí. Si bien he tenido pequeños “aproachs” con algunas de ellas, jamás las he trabajado en profundidad como he hecho a través de esta materia. ¿Dije materia? ¿Materia o taller? Es clave poder distinguir el seminario del taller para comprender el acontecer de las clases. De todas maneras, yo prefiero quedarme con el taller. Lo práctico suele ser mas atractivo que lo teórico, no estoy diciendo novedad alguna. Es por ello que es esto es lo que mas rescato de la clase, la posibilidad de poder intercambiar entre mis compañeros escritos, comentarios, opiniones; en síntesis, esa palabra que tanto me gusta pronunciar: “tallerear”.
Estamos a mitad de un ciclo, volteo hacia atrás y contemplo orgulloso por aquello que he transitado, los lugares que he visitado, las personas que he conocido, los compañeros que me han tocado. Enderezo la mirada hacia delante y siento intriga por lo que vendrá. Dije intriga, no miedo. La intriga tiene que ver con el suspenso, ese suspenso de no saber que nuevas formas de narrativa encontraré, que nuevas herramientas aprenderé a utilizar, cuanto aprenderé. De la entrevista rescato algo de gran valor: el proceso de escritor. Todas las circunstancias por las que he atravesado hasta llegar a mi entrevistado, de los “indicios” que tuve que aprender a leer, del proceso de una vez hecho todo, plasmarlo en la escritura. El contacto con desconocidos, la arremetida hacia lo ignoto, el crecimiento como persona y por supuesto, como escritor.
La crónica supo ser una continuación de todo este proceso que aun sigue. Comprendí que aquel diario de escritor puede formar parte de la historia y enriquecerla hasta límites insospechados. Todo tuvo que ver con todo. Pude escuchar las voces de grandes referentes como Caparrós, Walsh o Capote que me han demostrado que contar no es lo mismo que saber contar.
A esta mitad de la cursada no le ha faltado nada. Reconozco en mi mente ya un cansancio propio de tanta escritura, de tanta lectura, pero reconozco también que mucho de todo esto tiene que ver con el momento del año que estamos atravesando. Pero no me quejo. La ejercitación es fundamental para acercarse lo mas posible al utópico estado de perfección, y que gracias a ella, hoy puedo escribir con un vocabulario mas enriquecido y de una forma mas ligera y menos sacrificada. Noto en mi, mejoras como escritor, siento que voy progresando, siento que avanzo. Y sigo avanzando, aun queda la mitad. Queda mucho por trabajar pero también por aprender. Quedará en la subjetividad de todos nosotros saber reconocer si el vaso está medio lleno o medio vacío.
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