viernes, 5 de diciembre de 2008

Ensayo:

INSPIRÁNDOTE
- Versión editada por Carolina Navarro –

Recuerdo haber leído algunos años atrás, una historieta publicada en la revista dominical del diario Clarín que mas o menos trataba asi: un hombre caminaba por la calle y mientras lo hacía, observaba como otro hombre cambiaba una rueda pinchada de su vehículo por otra en mejores condiciones, también contemplaba a una mujer que paseaba a su bebé en el cochecito, y era testigo también de la presencia de un barrendero que limpiaba las calles. Situaciones tan comunes que pasan inadvertidas a nuestros ojos cada vez que nos suceden, porque justamente son eso, comunes. Al final de la historieta, nos enteramos que este simple transeúnte era un escritor que en aquel momento estaba siendo vanagloriado por una fanática lectora que resaltaba lo bello de su prosa, lo complejo de su literatura, y la capacidad creativa de proponer mundos paralelos inimaginables para la mayoría de los seres mortales; si se quiere, aquellos mismos seres comunes de los que hacía referencia previamente. En el dibujo, su rostro devolvía a la mujer el gesto ese que uno pone cuando es felicitado por algo que en realidad fue hecho por otro, o que simplemente ha salido bien por obra de la casualidad. Mirada escurridiza, sonrisita nerviosa, y cuello de la camisa apretado. Para justificarse, la mujer releía un fragmento del libro frente a su autor:

“Las imponderables circunstancias de nuestro transcurrir, que obstaculizan nuestro camino en búsqueda de la verdad, aquella verdad que devele nuestras inquietudes existenciales e ilumine el lúgubre sendero de la vida. Será el momento entonces de reparar los daños que esos obstáculos generen, y renovarlos por nuevas y más seguras formas de transitar el camino. Quizás al final, encontremos el mismo comienzo de la vida y sea no otro que Dios, el que limpie de impurezas nuestro sendero para poder continuar con nuestra búsqueda y seguir avanzando…”

Simplemente bello. No es que quiera autocomplacerme ni adularme pero resulta al menos a mi lectura, una frase profunda cuyo significado, si es que existe alguno, será tarea suya lector poder develar. El autor de esta historieta es Quino, uno de los mas grandes (sino el más grande) historietistas del país, dueño además de un reconocimiento internacional debido a ese gran personaje suyo que es Mafalda. Sinceramente, solo capturé la esencia de la historia y me tomé la molestia de inventar el resto. Soy poseedor de una memoria anormalmente poderosa que me permite entre otras cosas, poder recordar haber leído 10 años atrás esta historieta y no olvidarla jamás. De todas formas, el inconformismo natural del ser humano, me recrimina no poder recordar los diálogos ni los dibujos, pero me justifico aclarando que mi capacidad de memoria es solamente anormal, ni superdotada ni extraterrestre. Volviendo a Quino, éste es un autor cuyas historias ocultan, utilizando palabras de Ricardo piglia, una segunda historia que se cuenta de a poco cuadro por cuadro y aparece sobre el final asaltando por completo al sentido del relato.

“Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario. El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.” (Piglia, 1990)

Esta segunda historia comprende siempre, en este caso sin meternos en temas políticos, una sátira, una ironía sobre algún tema en particular. En este caso, sobre la escritura. Principalmente sobre una cuestión específica: ¿De donde proviene la inspiración? El ejemplo de la historieta funciona como factor desmitificante de lo que comprende verdaderamente el génesis de las ideas de un escritor, la esencia de la creación.

Es necesario destacar primero que la inspiración no solo forma parte del género ficción. El escritor de crónicas por ejemplo, debe cumplir con la tarea de relatar un hecho real pero que en muchos casos, parte de un punto de vista meramente subjetivo fruto de alguna inspiración.

“Todo texto está escrito por alguien, es necesariamente una versión subjetiva de un objeto narrado: un enredo, una conversación, un drama. No por elección, por fatalidad es imposible que un sujeto dé cuenta de una situación sin que su subjetividad juegue en ese relato, sin que elija qué importa o no contar.” (Caparrós, 2007).

Otro ejemplo podría ser la escritura de ensayos, ese lugar donde el autor expresa y sustenta libremente alguna hipótesis que lo ha seducido por algún motivo en especial. Pero resulta ser en la ficción, donde la inspiración encuentra generalmente a su mejor aliada, porque es aquí donde realmente resalta la genialidad del escritor. Que difícil resulta inventar una historia desde la nada misma y convertirla en todo un universo. Que difícil es encontrar la inspiración. Pareciera ser entonces que el escritor de ficción es un genio, si la mente humana tuviera dimensiones físicas no habría lugar en el universo entero para albergar a tan solo una de ellas. Los escritores de ficción suelen ser presentados como magos; a menudo, al igual que artistas de otras disciplinas, reciben la visita de las musas que los inundan de imaginación potenciando el ya de por si potente talento de crear. Mientras probablemente usted o yo, las únicas musas que conozcamos sean las que vienen con fainá, los escritores mantienen una estrecha relación con las otras, que los inspiran a escribir. Y es por eso que la mente de los escritores de ficción pareciera ser extraordinaria, inhallable en el común de la gente. Es por estas cuestiones que cuando oímos hablar de un escritor estamos hablando en la mayoría de los casos de un escritor de ficción. Un escritor suele ser considerado como tal cuando escribe novelas o cuentos. Aquel que cuenta cosas que nunca pasaron, que nunca fueron, personas que no existieron, seres inventados. Pero escribir ficción es para pocos.

Pongamos como ejemplo, una historia por demás conocida como la de Harry Potter. Las aventuras de este muchachito comprendieron varios libros e iguales cantidad de películas. El interrogante pasa por saber de donde provino la inspiración de J.K. Rowling, su autora. Para muchos esta mujer es una genia. Mas que una genia, es una diosa creativa entre los mortales, ya que fue capaz de crear una historia sumamente innovadora que demuestra, en cada hoja del libro, el maravilloso mundo fantástico de Harry Potter que logró cautivar al mundo entero. Encontramos muestras de su capacidad imaginativa por ejemplo en el momento que el protagonista de la historia, un mago, utiliza como principal herramienta, un palito de madera con poderes mágicos llamado varita mágica. Jamás a nadie antes se le había ocurrido semejante cosa, ni al mas inspirado de todos los escritores. Solo a ella pudo habérsele ocurrido la tan original idea de que el joven brujo, pudiera volar montado en una escoba. Si, leyó bien; en una escoba. Ese palo con paja con el que usted lector barre la vereda, funciona como medio de transporte aéreo para el jovenzuelo; solo esta ilustrada mujer puede pensar en ideas tan innovadoras. Cuanta creatividad en una sola historia. Resultan evidentes los motivos de su éxito y reconocimiento. Ella sí es una verdadera escritora.

Esto demuestra que se vive en el error. Si se cree que los escritores son seres iluminados se está entonces transitando por el camino equivocado. No hay nada mágico en la inspiración, nada irreal, no proviene de ningún otro planeta. Existieron, existen, y seguirán existiendo innumerables formas que provocan la inspiración en cualquiera, sí, en cualquiera que decida un buen día tomar un lápiz y un papel y ponerse a escribir. Hay quienes por ejemplo, buscan la inspiración en el vicio, ya sea en el alcohol o en las drogas. Uno de los mas grandes escritores de la historia como fue Edgar Allan Poe, cada vez que escribía lo hacía bajo los efectos divagantes del opio. Considerada por él como su mejor obra, Ligeia, fue escrita íntegramente en un estado de absoluta sodomización. Estado que además, el autor trasladó al personaje estableciéndolo como característica autorreferencial.

“Yo estaba perturbado por la excitación de una inmoderada dosis de opio” (Poe).

Pero la mayor fuente de inspiración para los escritores de ficción proviene nada menos que de la propia realidad. Hay que reconocer sí, en el que escribe, la capacidad de ver la misma realidad que todos somos capaces de ver, pero con otros ojos.

“Cuando escribí El Zahir, mi punto de partida fue una palabra, una palabra que usamos casi todos los días sin darnos cuenta de lo misterioso que hay en ella (salvo que todas las palabras son misteriosas): pensé en la palabra inolvidable, unforgeteable en inglés. Ese fue mi punto de partida, bastante abstracto y pobre; pensar en el posible sentido de esa palabra oída, leída, literalmente in-olvidable” (Borges)

Es aquí entonces de donde proviene la inspiración. Nada se inventa, todo se observa. A lo sumo, las cosas se reinventan convirtiéndolas en un elemento útil a la escritura. Este es el verdadero sentido y origen de la inspiración, al menos para este modesto ensayista.

Se me ocurre pensar ahora cual habrá sido el factor desencadenante que despertó en mí la necesidad de escribir estas líneas acerca de este tema. La cuestión pasaría entonces por descifrar en que se habrá inspirado este joven escritor al momento de volcar estas ideas al papel. ¿De dónde más sino que de la vida misma? Probablemente haya sido aquella historieta de Quino a la cual creo que ya es hora de volver. Sinceramente desconozco el mecanismo de la mente humana, y es por eso que no me animo a afirmar con seguridad que haya sido aquello el gallo cantor que ha despertado mi inspiración, pero reconozco que ha servido como punto de partida y de referencia. Vuelvo a la historieta porque nos explica claramente como funciona la inspiración en un escritor. Aunque parezca que el relato basa su composición en la descripción de algún lugar abstracto, inexistente, cuyo objetivo sea quizás poder descifrar el verdadero sentido de la vida, o plantear esquemas demostrativos de la naturaleza humana y pretender descifrar los enigmas irresueltos del universo desde un punto de vista inmaterial, elevando al máximo la capacidad contemplativa del ser humano. Tan solo un punto de vista, tan solo un enfoque. Lo real y lo concreto, es que el autor no hizo mas que describir a un hombre que cambiaba la rueda pinchada de su automóvil, a una mujer que paseaba a su bebé en un cochecito, y a un simple barrendero que cumplía con su trabajo.

Hágame el favor lector de pensar en este instante, en la mas hermosa composición musical que pudiera recordar. Aquella sinfonía que alguna vez lo cautivó, aquella ópera que lo desveló, o simplemente aquella canción que jamás se cansa de escuchar. Aquella hermosa creación tiene un esqueleto, una melodía. A veces tan simple que cuesta creerlo. La sinfonía mas hermosa y por que no complicada de ejecutar, puede llegar a traducirse en tan solo un par de notas peladas, que quizás sin arreglos, no podría reconocer al instante de escucharla. Con la inspiración en la escritura ocurre algo similar. Quizás todo sea asunto de adornar la realidad, de contar lo mismo pero de manera un poco mas bonita. Si se encuentran las palabras adecuadas, el simple retrato de un hombre barriendo las calles puede llegar a convertirse en una hermosa poesía. Si yo toco con mi guitarra las notas que conforman esa melodía que lo desvela, usted quizás me mire con cara de extrañeza esperando que le comente que canción estoy ejecutando. Esto así ocurre debido a que mi actuación, no produciría el mismo efecto que si generaría contemplar la obra en plenitud. Una mujer con una belleza ordinaria puede convertirse en linda si se maquilla.
Hagámonos el favor de no creer que la capacidad de escribir sea un don que tan solo un par de privilegiados poseen. No confundamos inspiración con imaginación, ni exitismo con talento, ni tampoco creamos que existe la magia en el mundo. La inspiración está a la vuelta de la esquina esperando que alguien la encuentre, la tome, y pueda reconvertirla en una historia. Hay que saber que esa mosca que sobrevuela su cabeza mientras se dedica a la lectura, puede inspirarlo a algo; al igual que el brillo del haz de luz que se filtra por su ventana, o el mismísimo aroma a café que brota de su taza. Probablemente hasta este propio manifiesto pueda inspirarlo a escribir algo en el futuro. Quien le dice que dentro de 10 años no se le ocurra escribir un relato, y decida comenzar por contar que recuerda haber leído hace ya algunos años atrás, un extraño ensayo que hablaba sobre la inspiración.

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