Hoy no puedo desmentir el título de la reflexión, estamos en el final. En esta segunda parte del seminario/taller, hemos trabajado con dos estilos: narración y ensayo. Agradezco la posibilidad que me brindó el primero de poder aprender nuevas formas de encarar la escritura de una narración, y en el segundo, de poder saber como se hace realmente un ensayo. Sinceramente nada de lo que aprendí en este tiempo que duró la cursada lo sabía de antes. Puedo decir con toda seguridad que en este seminario/taller aprendí como se hace una entrevista, como se elabora una crónica, como se escribe una ficción y como se realiza un ensayo. Hoy tengo claro en mi cabeza cuales son los secretos de cada género, cuales son las características de cada uno, lo que tengo que saber para hacer las cosas bien. Creo que al menos en mí, la cursada cumplió con su objetivo.
Merecen ser destacadas la forma de llevar adelante las clases, la posibilidad de compartir nuestros trabajos, los curiosos “ejercicios” que practicábamos; a veces parece que nó, pero en el momento de escribir todo suma y ayuda. Si no hubiera sido por este seminario/taller jamás hubiera sabido lo que es un biodrama, una experiencia de la cual guardo y guardaré un muy buen recuerdo. Lamentablemente, ya no puedo mirar hacia adelante porque el horizonte me absorbe, pero miro hacia atrás, y vuelvo a sentir orgullo por los compañeros que me han tocado, los momentos compartidos, lo aprendido, todo. Gracias a esta materia, pude conocer autores de los que jamás había oído hablar como asi también, interiorizarme en otros que conocía pero que hasta aquí no había prestado demasiada atención. Me ha devuelto el placer de la lectura y ha renovado mi entusiasmo por la escritura, y eso es algo de lo que estaré eternamente agradecido.
En la anterior reflexión mencioné que sentía cansancio de tanta escritura y aún hoy siento cansancio. Pero descubrí que en realidad, es un cansancio vinculado mas a la altura del año en la que nos encontramos, que a la actividad de la materia en sí. De todas formas, vuelvo a repetir que sigue siendo ésta la única manera de mejorar como escritores. Que es esto jamás cambie. Noto en mí una maduración como escritor, como dije anteriormente, manejo técnicas que antes desconocía que me permiten que lo que escriba, pueda salir mas pulido que antes. A mitad de cursada dije que había avanzado ya bastante en el proceso de escritura, pero que de todas formas quedaba mucho camino por recorrer en la materia y que todavía seguiría avanzando. Y así hice, pero como dije al comienzo, ha llegado el final. Y como esta reflexión tiene medio pinta de ensayo, voy a atreverme a utilizar una metáfora. La cursada de este seminario/taller fue como haber aprendido a andar en bicicleta. Estuvimos todo un cuatrimestre andando y andando, pero siempre con las “rueditas” que hacían las veces de guía y apoyo. Hoy terminamos de cursar y nos guste o no, es hora de seguir pedaleando, de seguir avanzando. Pero con la diferencia que debemos hacerlo solos; porque “las rueditas”, ya no están.
viernes, 5 de diciembre de 2008
Ensayo final:
INSPIRÁNDOTE
-La literatura es mentir bien la verdad-
Juan Carlos Onetti
Recuerdo haber leído algunos años atrás, una historieta publicada en la revista dominical del diario Clarín que mas o menos trataba asi: un hombre caminaba por la calle y era testigo a cada paso que daba, de las diferentes circunstancias que ocurren alrededor nuestro cada vez que nos conectamos voluntaria o involuntariamente con nuestros pares ciudadanos. Es decir, en una viñeta el hombre observaba como otro hombre cambiaba una rueda pinchada de su vehículo por otra en mejores condiciones, en otro recuadro se veía una mujer paseando a su bebé en el cochecito, en otro sector resaltaba la presencia de un barrendero limpiando las calles y cosas asi. Situaciones tan comunes que pasan inadvertidas a nuestros ojos cada vez que nos suceden, porque justamente son eso, comunes. Al final de la historieta, nos enteramos que este simple transeúnte era un escritor que en aquel momento estaba siendo vanagloriado por una fanática lectora que resaltaba lo bello de su prosa, lo complejo de su literatura, y la capacidad creativa de proponer mundos paralelos inimaginables para la mayoría de los seres mortales; si se quiere, aquellos mismos seres comunes de los que hacía referencia previamente. En el dibujo, su rostro devolvía a la mujer el gesto ese que uno pone cuando es felicitado por algo que en realidad fue hecho por otro, o que simplemente ha salido bien por obra de la casualidad. Mirada escurridiza, sonrisita nerviosa, y cuello de la camisa apretado. Para justificarse, la mujer releía un fragmento del libro frente a su autor:
“Las imponderables circunstancias de nuestro transcurrir, que obstaculizan nuestro camino en búsqueda de la verdad, aquella verdad que devele nuestras inquietudes existenciales e ilumine el lúgubre sendero de la vida. Será el momento entonces de reparar los daños que esos obstáculos generen, y renovarlos por nuevas y más seguras formas de transitar el camino. Quizás al final, encontremos el mismo comienzo de la vida y sea no otro que Dios, el que limpie de impurezas nuestro sendero para poder continuar con nuestra búsqueda y seguir avanzando…”
Simplemente bello. No es que quiera autocomplacerme ni adularme pero resulta al menos a mi lectura, una frase profunda cuyo significado, si es que existe alguno, será tarea suya lector poder develar. El autor de esta historieta es Quino, uno de los mas grandes (sino el más grande) historietistas del país, dueño además de un reconocimiento internacional debido a ese gran personaje suyo que es Mafalda. Sinceramente, solo capturé la esencia de la historia y me tomé la molestia y el atrevimiento de inventar el resto. Soy poseedor de una memoria anormalmente poderosa que me permite entre otras cosas, poder recordar haber leído 10 años atrás esta historieta y no olvidarla jamás. De todas formas, el inconformismo natural del ser humano, me recrimina no poder recordar los diálogos ni los dibujos, pero me justifico aclarando que mi capacidad de memoria es solamente anormal, ni superdotada ni extraterrestre. Volviendo a Quino, éste es un autor cuyas historias ocultan, utilizando palabras de Ricardo piglia, una segunda historia que se cuenta de a poco cuadro por cuadro y aparece sobre el final asaltando por completo al sentido del relato.
“Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario. El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.” (Piglia, 1990)
Esta segunda historia comprende siempre, en este caso sin meternos en temas políticos, una sátira, una ironía sobre algún tema en particular. En este caso, sobre la escritura. Principalmente sobre una cuestión específica: ¿De donde proviene la inspiración? El ejemplo de la historieta funciona como factor desmitificante de lo que comprende verdaderamente el génesis de las ideas de un escritor, la esencia de la creación.
Es necesario destacar primero que la inspiración no solo forma parte del género ficción. El escritor de crónicas por ejemplo, debe cumplir con la tarea de relatar un hecho real pero que en muchos casos, parte de un punto de vista meramente subjetivo fruto de alguna inspiración.
“Todo texto está escrito por alguien, es necesariamente una versión subjetiva de un objeto narrado: un enredo, una conversación, un drama. No por elección, por fatalidad es imposible que un sujeto dé cuenta de una situación sin que su subjetividad juegue en ese relato, sin que elija qué importa o no contar.” (Caparrós, 2007).
Otro ejemplo podría ser la escritura de ensayos, ese lugar donde el autor expresa y sustenta libremente alguna hipótesis que lo ha seducido por algún motivo en especial. Pero resulta ser en la ficción, donde la inspiración encuentra generalmente a su mejor aliada, porque es aquí donde realmente resalta la genialidad del escritor. Que difícil resulta inventar una historia desde la nada misma y convertirla en todo un universo. Que difícil es encontrar la inspiración. Pareciera ser entonces que el escritor de ficción es un genio, si la mente humana tuviera dimensiones físicas no habría lugar en el universo entero para albergar a tan solo una de ellas. Los escritores de ficción suelen ser presentados como magos; a menudo, al igual que artistas de otras disciplinas, reciben la visita de las musas que los inundan de imaginación potenciando el ya de por si potente talento de crear. Mientras probablemente usted o yo, las únicas musas que conozcamos sean las que vienen con fainá, los escritores mantienen una estrecha relación con las otras, que los inspiran a escribir. Y es por eso que la mente de los escritores de ficción pareciera ser extraordinaria, inhallable en el común de la gente. Es por estas cuestiones que cuando oímos hablar de un escritor estamos hablando en la mayoría de los casos de un escritor de ficción. Un escritor suele ser considerado como tal cuando escribe novelas o cuentos. Aquel que cuenta cosas que nunca pasaron, que nunca fueron, personas que no existieron, seres inventados. Pero escribir ficción es para pocos.
Pongamos como ejemplo, una historia por demás conocida como la de Harry Potter. Las aventuras de este muchachito comprendieron varios libros e iguales cantidad de películas. El interrogante pasa por saber de donde provino la inspiración de J.K. Rowling, su autora. Para muchos esta mujer es una genia. Mas que una genia, es una diosa creativa entre los mortales, ya que fue capaz de crear una historia sumamente innovadora que demuestra, en cada hoja del libro, el maravilloso mundo fantástico de Harry Potter que logró cautivar al mundo entero. Encontramos muestras de su capacidad imaginativa por ejemplo en el momento que el protagonista de la historia, un mago, utiliza como principal herramienta, un palito de madera con poderes mágicos llamado varita mágica. Jamás a nadie antes se le había ocurrido semejante cosa, ni al mas inspirado de todos los escritores. Solo a ella pudo habérsele ocurrido la tan original idea de que el joven brujo, pudiera volar montado en una escoba. Si, leyó bien; en una escoba. Ese palo con paja con el que usted lector barre la vereda, funciona como medio de transporte aéreo para el jovenzuelo; solo esta ilustrada mujer puede pensar en ideas tan innovadoras. Cuanta creatividad en una sola historia. Resultan evidentes los motivos de su éxito y reconocimiento. Ella sí es una verdadera escritora.
Esto demuestra que se vive en el error. Si se cree que los escritores son seres iluminados se está entonces transitando por el camino equivocado. No hay nada mágico en la inspiración, nada irreal, no proviene de ningún otro planeta. Existieron, existen, y seguirán existiendo innumerables formas que provocan la inspiración en cualquiera, sí, en cualquiera que decida un buen día tomar un lápiz y un papel y ponerse a escribir. Hay quienes por ejemplo, buscan la inspiración en el vicio, ya sea en el alcohol o en las drogas. Uno de los mas grandes escritores de la historia como fue Edgar Allan Poe, cada vez que escribía lo hacía bajo los efectos divagantes del opio. Considerada por él como su mejor obra, Ligeia, fue escrita íntegramente en un estado de absoluta sodomización. Estado que además, el autor trasladó al personaje estableciéndolo como característica autorreferencial.
“Yo estaba perturbado por la excitación de una inmoderada dosis de opio” (Poe, 1838).
Pero la mayor fuente de inspiración para los escritores de ficción proviene nada menos que de la propia realidad. Hay que reconocer sí, en el que escribe, la capacidad de ver la misma realidad que todos somos capaces de ver, pero con otros ojos.
“Cuando escribí El Zahir, mi punto de partida fue una palabra, una palabra que usamos casi todos los días sin darnos cuenta de lo misterioso que hay en ella (salvo que todas las palabras son misteriosas): pensé en la palabra inolvidable, unforgeteable en inglés. Ese fue mi punto de partida, bastante abstracto y pobre; pensar en el posible sentido de esa palabra oída, leída, literalmente in-olvidable” (Borges)
Es aquí entonces de donde proviene la inspiración. Nada se inventa, todo se observa. A lo sumo, las cosas se reinventan convirtiéndolas en un elemento útil a la escritura. Este es el verdadero sentido y origen de la inspiración, al menos para este modesto ensayista.
Se me ocurre pensar ahora cual habrá sido el factor desencadenante que despertó en mí la necesidad de escribir estas líneas acerca de este tema. La cuestión pasaría entonces por descifrar en que se habrá inspirado este joven escritor al momento de volcar estas ideas al papel. De donde más sino que de la vida misma. Probablemente haya sido aquella historieta de Quino a la cual creo que ya es hora de volver. Sinceramente desconozco el mecanismo de la mente humana, y es por eso que no me animo a afirmar con seguridad que haya sido aquello el gallo cantor que ha despertado mi inspiración, pero reconozco que ha servido como punto de partida y de referencia. Vuelvo a la historieta porque nos explica claramente como funciona la inspiración en un escritor. Aunque parezca que el relato basa su composición en la descripción de algún lugar abstracto, inexistente, cuyo objetivo sea quizás poder descifrar el verdadero sentido de la vida, o plantear esquemas demostrativos de la naturaleza humana y pretender descifrar los enigmas irresueltos del universo desde un punto de vista inmaterial, elevando al máximo la capacidad contemplativa del ser humano. Tan solo un punto de vista, tan solo un enfoque. Lo real y lo concreto, es que el autor no hizo mas que describir a un hombre que cambiaba la rueda pinchada de su automóvil, a una mujer que paseaba a su bebé en un cochecito, y a un simple barrendero que cumplía con su trabajo.
Hágame el favor lector de pensar en este instante, en la más hermosa composición musical que pudiera recordar. Aquella sinfonía que alguna vez lo cautivó, aquella ópera que lo desveló, o simplemente aquella canción que jamás se cansa de escuchar. Aquella hermosa creación tiene un esqueleto, una melodía. A veces tan simple que cuesta creerlo. La sinfonía más hermosa y por que no complicada de ejecutar, puede llegar a traducirse en tan solo un par de notas peladas, que quizás sin arreglos, no podría reconocer al instante de escucharla. Con la inspiración en la escritura ocurre algo similar. Quizás todo sea asunto de adornar la realidad, de contar lo mismo pero de manera un poco mas bonita. Si se encuentran las palabras adecuadas, el simple retrato de un hombre barriendo las calles puede llegar a convertirse en una hermosa poesía. Si yo toco con mi guitarra las notas que conforman esa melodía que lo desvela, usted quizás me mire con cara de extrañeza esperando que le comente que canción estoy ejecutando. Esto así ocurre debido a que mi actuación, no produciría el mismo efecto que si generaría contemplar la obra en plenitud. Una mujer con una belleza ordinaria puede convertirse en linda si se maquilla.
Hagámonos el favor de no creer que la capacidad de escribir sea un don que tan solo un par de privilegiados poseen. No confundamos inspiración con imaginación, ni exitismo con talento, ni tampoco creamos que existe la magia en el mundo. La inspiración está a la vuelta de la esquina esperando que alguien la encuentre, la tome, y pueda reconvertirla en una historia. Hay que saber que esa mosca que sobrevuela su cabeza mientras se dedica a la lectura, puede inspirarlo a algo; al igual que el brillo del haz de luz que se filtra por su ventana, o el mismísimo aroma a café que brota de su taza. Probablemente hasta este propio manifiesto pueda inspirarlo a escribir algo en el futuro. Quien le dice que dentro de 10 años no se le ocurra escribir un relato, y decida comenzar por contar que recuerda haber leído hace ya algunos años atrás, un extraño ensayo que hablaba sobre la inspiración.
Bibliografía
Piglia, Ricardo, “Tesis sobre el cuento”, en Crítica y ficción, Buenos Aires, Siglo XX, 1990.
Caparrós, Martín, Prólogo “La Argentina crónica”, compilador Maximiliano Tomás, Buenos Aires, Planeta, 2007.
Poe, Edgar Allan, “Ligeia”, en Obras Completas, Cuentos I, traducción Julio Cortázar, Buenos Aires, Alianza, 1956.
Borges, Jorge Luis, “acerca de mis cuentos”, ensayo.
-La literatura es mentir bien la verdad-
Juan Carlos Onetti
Recuerdo haber leído algunos años atrás, una historieta publicada en la revista dominical del diario Clarín que mas o menos trataba asi: un hombre caminaba por la calle y era testigo a cada paso que daba, de las diferentes circunstancias que ocurren alrededor nuestro cada vez que nos conectamos voluntaria o involuntariamente con nuestros pares ciudadanos. Es decir, en una viñeta el hombre observaba como otro hombre cambiaba una rueda pinchada de su vehículo por otra en mejores condiciones, en otro recuadro se veía una mujer paseando a su bebé en el cochecito, en otro sector resaltaba la presencia de un barrendero limpiando las calles y cosas asi. Situaciones tan comunes que pasan inadvertidas a nuestros ojos cada vez que nos suceden, porque justamente son eso, comunes. Al final de la historieta, nos enteramos que este simple transeúnte era un escritor que en aquel momento estaba siendo vanagloriado por una fanática lectora que resaltaba lo bello de su prosa, lo complejo de su literatura, y la capacidad creativa de proponer mundos paralelos inimaginables para la mayoría de los seres mortales; si se quiere, aquellos mismos seres comunes de los que hacía referencia previamente. En el dibujo, su rostro devolvía a la mujer el gesto ese que uno pone cuando es felicitado por algo que en realidad fue hecho por otro, o que simplemente ha salido bien por obra de la casualidad. Mirada escurridiza, sonrisita nerviosa, y cuello de la camisa apretado. Para justificarse, la mujer releía un fragmento del libro frente a su autor:
“Las imponderables circunstancias de nuestro transcurrir, que obstaculizan nuestro camino en búsqueda de la verdad, aquella verdad que devele nuestras inquietudes existenciales e ilumine el lúgubre sendero de la vida. Será el momento entonces de reparar los daños que esos obstáculos generen, y renovarlos por nuevas y más seguras formas de transitar el camino. Quizás al final, encontremos el mismo comienzo de la vida y sea no otro que Dios, el que limpie de impurezas nuestro sendero para poder continuar con nuestra búsqueda y seguir avanzando…”
Simplemente bello. No es que quiera autocomplacerme ni adularme pero resulta al menos a mi lectura, una frase profunda cuyo significado, si es que existe alguno, será tarea suya lector poder develar. El autor de esta historieta es Quino, uno de los mas grandes (sino el más grande) historietistas del país, dueño además de un reconocimiento internacional debido a ese gran personaje suyo que es Mafalda. Sinceramente, solo capturé la esencia de la historia y me tomé la molestia y el atrevimiento de inventar el resto. Soy poseedor de una memoria anormalmente poderosa que me permite entre otras cosas, poder recordar haber leído 10 años atrás esta historieta y no olvidarla jamás. De todas formas, el inconformismo natural del ser humano, me recrimina no poder recordar los diálogos ni los dibujos, pero me justifico aclarando que mi capacidad de memoria es solamente anormal, ni superdotada ni extraterrestre. Volviendo a Quino, éste es un autor cuyas historias ocultan, utilizando palabras de Ricardo piglia, una segunda historia que se cuenta de a poco cuadro por cuadro y aparece sobre el final asaltando por completo al sentido del relato.
“Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario. El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.” (Piglia, 1990)
Esta segunda historia comprende siempre, en este caso sin meternos en temas políticos, una sátira, una ironía sobre algún tema en particular. En este caso, sobre la escritura. Principalmente sobre una cuestión específica: ¿De donde proviene la inspiración? El ejemplo de la historieta funciona como factor desmitificante de lo que comprende verdaderamente el génesis de las ideas de un escritor, la esencia de la creación.
Es necesario destacar primero que la inspiración no solo forma parte del género ficción. El escritor de crónicas por ejemplo, debe cumplir con la tarea de relatar un hecho real pero que en muchos casos, parte de un punto de vista meramente subjetivo fruto de alguna inspiración.
“Todo texto está escrito por alguien, es necesariamente una versión subjetiva de un objeto narrado: un enredo, una conversación, un drama. No por elección, por fatalidad es imposible que un sujeto dé cuenta de una situación sin que su subjetividad juegue en ese relato, sin que elija qué importa o no contar.” (Caparrós, 2007).
Otro ejemplo podría ser la escritura de ensayos, ese lugar donde el autor expresa y sustenta libremente alguna hipótesis que lo ha seducido por algún motivo en especial. Pero resulta ser en la ficción, donde la inspiración encuentra generalmente a su mejor aliada, porque es aquí donde realmente resalta la genialidad del escritor. Que difícil resulta inventar una historia desde la nada misma y convertirla en todo un universo. Que difícil es encontrar la inspiración. Pareciera ser entonces que el escritor de ficción es un genio, si la mente humana tuviera dimensiones físicas no habría lugar en el universo entero para albergar a tan solo una de ellas. Los escritores de ficción suelen ser presentados como magos; a menudo, al igual que artistas de otras disciplinas, reciben la visita de las musas que los inundan de imaginación potenciando el ya de por si potente talento de crear. Mientras probablemente usted o yo, las únicas musas que conozcamos sean las que vienen con fainá, los escritores mantienen una estrecha relación con las otras, que los inspiran a escribir. Y es por eso que la mente de los escritores de ficción pareciera ser extraordinaria, inhallable en el común de la gente. Es por estas cuestiones que cuando oímos hablar de un escritor estamos hablando en la mayoría de los casos de un escritor de ficción. Un escritor suele ser considerado como tal cuando escribe novelas o cuentos. Aquel que cuenta cosas que nunca pasaron, que nunca fueron, personas que no existieron, seres inventados. Pero escribir ficción es para pocos.
Pongamos como ejemplo, una historia por demás conocida como la de Harry Potter. Las aventuras de este muchachito comprendieron varios libros e iguales cantidad de películas. El interrogante pasa por saber de donde provino la inspiración de J.K. Rowling, su autora. Para muchos esta mujer es una genia. Mas que una genia, es una diosa creativa entre los mortales, ya que fue capaz de crear una historia sumamente innovadora que demuestra, en cada hoja del libro, el maravilloso mundo fantástico de Harry Potter que logró cautivar al mundo entero. Encontramos muestras de su capacidad imaginativa por ejemplo en el momento que el protagonista de la historia, un mago, utiliza como principal herramienta, un palito de madera con poderes mágicos llamado varita mágica. Jamás a nadie antes se le había ocurrido semejante cosa, ni al mas inspirado de todos los escritores. Solo a ella pudo habérsele ocurrido la tan original idea de que el joven brujo, pudiera volar montado en una escoba. Si, leyó bien; en una escoba. Ese palo con paja con el que usted lector barre la vereda, funciona como medio de transporte aéreo para el jovenzuelo; solo esta ilustrada mujer puede pensar en ideas tan innovadoras. Cuanta creatividad en una sola historia. Resultan evidentes los motivos de su éxito y reconocimiento. Ella sí es una verdadera escritora.
Esto demuestra que se vive en el error. Si se cree que los escritores son seres iluminados se está entonces transitando por el camino equivocado. No hay nada mágico en la inspiración, nada irreal, no proviene de ningún otro planeta. Existieron, existen, y seguirán existiendo innumerables formas que provocan la inspiración en cualquiera, sí, en cualquiera que decida un buen día tomar un lápiz y un papel y ponerse a escribir. Hay quienes por ejemplo, buscan la inspiración en el vicio, ya sea en el alcohol o en las drogas. Uno de los mas grandes escritores de la historia como fue Edgar Allan Poe, cada vez que escribía lo hacía bajo los efectos divagantes del opio. Considerada por él como su mejor obra, Ligeia, fue escrita íntegramente en un estado de absoluta sodomización. Estado que además, el autor trasladó al personaje estableciéndolo como característica autorreferencial.
“Yo estaba perturbado por la excitación de una inmoderada dosis de opio” (Poe, 1838).
Pero la mayor fuente de inspiración para los escritores de ficción proviene nada menos que de la propia realidad. Hay que reconocer sí, en el que escribe, la capacidad de ver la misma realidad que todos somos capaces de ver, pero con otros ojos.
“Cuando escribí El Zahir, mi punto de partida fue una palabra, una palabra que usamos casi todos los días sin darnos cuenta de lo misterioso que hay en ella (salvo que todas las palabras son misteriosas): pensé en la palabra inolvidable, unforgeteable en inglés. Ese fue mi punto de partida, bastante abstracto y pobre; pensar en el posible sentido de esa palabra oída, leída, literalmente in-olvidable” (Borges)
Es aquí entonces de donde proviene la inspiración. Nada se inventa, todo se observa. A lo sumo, las cosas se reinventan convirtiéndolas en un elemento útil a la escritura. Este es el verdadero sentido y origen de la inspiración, al menos para este modesto ensayista.
Se me ocurre pensar ahora cual habrá sido el factor desencadenante que despertó en mí la necesidad de escribir estas líneas acerca de este tema. La cuestión pasaría entonces por descifrar en que se habrá inspirado este joven escritor al momento de volcar estas ideas al papel. De donde más sino que de la vida misma. Probablemente haya sido aquella historieta de Quino a la cual creo que ya es hora de volver. Sinceramente desconozco el mecanismo de la mente humana, y es por eso que no me animo a afirmar con seguridad que haya sido aquello el gallo cantor que ha despertado mi inspiración, pero reconozco que ha servido como punto de partida y de referencia. Vuelvo a la historieta porque nos explica claramente como funciona la inspiración en un escritor. Aunque parezca que el relato basa su composición en la descripción de algún lugar abstracto, inexistente, cuyo objetivo sea quizás poder descifrar el verdadero sentido de la vida, o plantear esquemas demostrativos de la naturaleza humana y pretender descifrar los enigmas irresueltos del universo desde un punto de vista inmaterial, elevando al máximo la capacidad contemplativa del ser humano. Tan solo un punto de vista, tan solo un enfoque. Lo real y lo concreto, es que el autor no hizo mas que describir a un hombre que cambiaba la rueda pinchada de su automóvil, a una mujer que paseaba a su bebé en un cochecito, y a un simple barrendero que cumplía con su trabajo.
Hágame el favor lector de pensar en este instante, en la más hermosa composición musical que pudiera recordar. Aquella sinfonía que alguna vez lo cautivó, aquella ópera que lo desveló, o simplemente aquella canción que jamás se cansa de escuchar. Aquella hermosa creación tiene un esqueleto, una melodía. A veces tan simple que cuesta creerlo. La sinfonía más hermosa y por que no complicada de ejecutar, puede llegar a traducirse en tan solo un par de notas peladas, que quizás sin arreglos, no podría reconocer al instante de escucharla. Con la inspiración en la escritura ocurre algo similar. Quizás todo sea asunto de adornar la realidad, de contar lo mismo pero de manera un poco mas bonita. Si se encuentran las palabras adecuadas, el simple retrato de un hombre barriendo las calles puede llegar a convertirse en una hermosa poesía. Si yo toco con mi guitarra las notas que conforman esa melodía que lo desvela, usted quizás me mire con cara de extrañeza esperando que le comente que canción estoy ejecutando. Esto así ocurre debido a que mi actuación, no produciría el mismo efecto que si generaría contemplar la obra en plenitud. Una mujer con una belleza ordinaria puede convertirse en linda si se maquilla.
Hagámonos el favor de no creer que la capacidad de escribir sea un don que tan solo un par de privilegiados poseen. No confundamos inspiración con imaginación, ni exitismo con talento, ni tampoco creamos que existe la magia en el mundo. La inspiración está a la vuelta de la esquina esperando que alguien la encuentre, la tome, y pueda reconvertirla en una historia. Hay que saber que esa mosca que sobrevuela su cabeza mientras se dedica a la lectura, puede inspirarlo a algo; al igual que el brillo del haz de luz que se filtra por su ventana, o el mismísimo aroma a café que brota de su taza. Probablemente hasta este propio manifiesto pueda inspirarlo a escribir algo en el futuro. Quien le dice que dentro de 10 años no se le ocurra escribir un relato, y decida comenzar por contar que recuerda haber leído hace ya algunos años atrás, un extraño ensayo que hablaba sobre la inspiración.
Bibliografía
Piglia, Ricardo, “Tesis sobre el cuento”, en Crítica y ficción, Buenos Aires, Siglo XX, 1990.
Caparrós, Martín, Prólogo “La Argentina crónica”, compilador Maximiliano Tomás, Buenos Aires, Planeta, 2007.
Poe, Edgar Allan, “Ligeia”, en Obras Completas, Cuentos I, traducción Julio Cortázar, Buenos Aires, Alianza, 1956.
Borges, Jorge Luis, “acerca de mis cuentos”, ensayo.
Ensayo:
INSPIRÁNDOTE
- Versión editada por Carolina Navarro –
Recuerdo haber leído algunos años atrás, una historieta publicada en la revista dominical del diario Clarín que mas o menos trataba asi: un hombre caminaba por la calle y mientras lo hacía, observaba como otro hombre cambiaba una rueda pinchada de su vehículo por otra en mejores condiciones, también contemplaba a una mujer que paseaba a su bebé en el cochecito, y era testigo también de la presencia de un barrendero que limpiaba las calles. Situaciones tan comunes que pasan inadvertidas a nuestros ojos cada vez que nos suceden, porque justamente son eso, comunes. Al final de la historieta, nos enteramos que este simple transeúnte era un escritor que en aquel momento estaba siendo vanagloriado por una fanática lectora que resaltaba lo bello de su prosa, lo complejo de su literatura, y la capacidad creativa de proponer mundos paralelos inimaginables para la mayoría de los seres mortales; si se quiere, aquellos mismos seres comunes de los que hacía referencia previamente. En el dibujo, su rostro devolvía a la mujer el gesto ese que uno pone cuando es felicitado por algo que en realidad fue hecho por otro, o que simplemente ha salido bien por obra de la casualidad. Mirada escurridiza, sonrisita nerviosa, y cuello de la camisa apretado. Para justificarse, la mujer releía un fragmento del libro frente a su autor:
“Las imponderables circunstancias de nuestro transcurrir, que obstaculizan nuestro camino en búsqueda de la verdad, aquella verdad que devele nuestras inquietudes existenciales e ilumine el lúgubre sendero de la vida. Será el momento entonces de reparar los daños que esos obstáculos generen, y renovarlos por nuevas y más seguras formas de transitar el camino. Quizás al final, encontremos el mismo comienzo de la vida y sea no otro que Dios, el que limpie de impurezas nuestro sendero para poder continuar con nuestra búsqueda y seguir avanzando…”
Simplemente bello. No es que quiera autocomplacerme ni adularme pero resulta al menos a mi lectura, una frase profunda cuyo significado, si es que existe alguno, será tarea suya lector poder develar. El autor de esta historieta es Quino, uno de los mas grandes (sino el más grande) historietistas del país, dueño además de un reconocimiento internacional debido a ese gran personaje suyo que es Mafalda. Sinceramente, solo capturé la esencia de la historia y me tomé la molestia de inventar el resto. Soy poseedor de una memoria anormalmente poderosa que me permite entre otras cosas, poder recordar haber leído 10 años atrás esta historieta y no olvidarla jamás. De todas formas, el inconformismo natural del ser humano, me recrimina no poder recordar los diálogos ni los dibujos, pero me justifico aclarando que mi capacidad de memoria es solamente anormal, ni superdotada ni extraterrestre. Volviendo a Quino, éste es un autor cuyas historias ocultan, utilizando palabras de Ricardo piglia, una segunda historia que se cuenta de a poco cuadro por cuadro y aparece sobre el final asaltando por completo al sentido del relato.
“Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario. El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.” (Piglia, 1990)
Esta segunda historia comprende siempre, en este caso sin meternos en temas políticos, una sátira, una ironía sobre algún tema en particular. En este caso, sobre la escritura. Principalmente sobre una cuestión específica: ¿De donde proviene la inspiración? El ejemplo de la historieta funciona como factor desmitificante de lo que comprende verdaderamente el génesis de las ideas de un escritor, la esencia de la creación.
Es necesario destacar primero que la inspiración no solo forma parte del género ficción. El escritor de crónicas por ejemplo, debe cumplir con la tarea de relatar un hecho real pero que en muchos casos, parte de un punto de vista meramente subjetivo fruto de alguna inspiración.
“Todo texto está escrito por alguien, es necesariamente una versión subjetiva de un objeto narrado: un enredo, una conversación, un drama. No por elección, por fatalidad es imposible que un sujeto dé cuenta de una situación sin que su subjetividad juegue en ese relato, sin que elija qué importa o no contar.” (Caparrós, 2007).
Otro ejemplo podría ser la escritura de ensayos, ese lugar donde el autor expresa y sustenta libremente alguna hipótesis que lo ha seducido por algún motivo en especial. Pero resulta ser en la ficción, donde la inspiración encuentra generalmente a su mejor aliada, porque es aquí donde realmente resalta la genialidad del escritor. Que difícil resulta inventar una historia desde la nada misma y convertirla en todo un universo. Que difícil es encontrar la inspiración. Pareciera ser entonces que el escritor de ficción es un genio, si la mente humana tuviera dimensiones físicas no habría lugar en el universo entero para albergar a tan solo una de ellas. Los escritores de ficción suelen ser presentados como magos; a menudo, al igual que artistas de otras disciplinas, reciben la visita de las musas que los inundan de imaginación potenciando el ya de por si potente talento de crear. Mientras probablemente usted o yo, las únicas musas que conozcamos sean las que vienen con fainá, los escritores mantienen una estrecha relación con las otras, que los inspiran a escribir. Y es por eso que la mente de los escritores de ficción pareciera ser extraordinaria, inhallable en el común de la gente. Es por estas cuestiones que cuando oímos hablar de un escritor estamos hablando en la mayoría de los casos de un escritor de ficción. Un escritor suele ser considerado como tal cuando escribe novelas o cuentos. Aquel que cuenta cosas que nunca pasaron, que nunca fueron, personas que no existieron, seres inventados. Pero escribir ficción es para pocos.
Pongamos como ejemplo, una historia por demás conocida como la de Harry Potter. Las aventuras de este muchachito comprendieron varios libros e iguales cantidad de películas. El interrogante pasa por saber de donde provino la inspiración de J.K. Rowling, su autora. Para muchos esta mujer es una genia. Mas que una genia, es una diosa creativa entre los mortales, ya que fue capaz de crear una historia sumamente innovadora que demuestra, en cada hoja del libro, el maravilloso mundo fantástico de Harry Potter que logró cautivar al mundo entero. Encontramos muestras de su capacidad imaginativa por ejemplo en el momento que el protagonista de la historia, un mago, utiliza como principal herramienta, un palito de madera con poderes mágicos llamado varita mágica. Jamás a nadie antes se le había ocurrido semejante cosa, ni al mas inspirado de todos los escritores. Solo a ella pudo habérsele ocurrido la tan original idea de que el joven brujo, pudiera volar montado en una escoba. Si, leyó bien; en una escoba. Ese palo con paja con el que usted lector barre la vereda, funciona como medio de transporte aéreo para el jovenzuelo; solo esta ilustrada mujer puede pensar en ideas tan innovadoras. Cuanta creatividad en una sola historia. Resultan evidentes los motivos de su éxito y reconocimiento. Ella sí es una verdadera escritora.
Esto demuestra que se vive en el error. Si se cree que los escritores son seres iluminados se está entonces transitando por el camino equivocado. No hay nada mágico en la inspiración, nada irreal, no proviene de ningún otro planeta. Existieron, existen, y seguirán existiendo innumerables formas que provocan la inspiración en cualquiera, sí, en cualquiera que decida un buen día tomar un lápiz y un papel y ponerse a escribir. Hay quienes por ejemplo, buscan la inspiración en el vicio, ya sea en el alcohol o en las drogas. Uno de los mas grandes escritores de la historia como fue Edgar Allan Poe, cada vez que escribía lo hacía bajo los efectos divagantes del opio. Considerada por él como su mejor obra, Ligeia, fue escrita íntegramente en un estado de absoluta sodomización. Estado que además, el autor trasladó al personaje estableciéndolo como característica autorreferencial.
“Yo estaba perturbado por la excitación de una inmoderada dosis de opio” (Poe).
Pero la mayor fuente de inspiración para los escritores de ficción proviene nada menos que de la propia realidad. Hay que reconocer sí, en el que escribe, la capacidad de ver la misma realidad que todos somos capaces de ver, pero con otros ojos.
“Cuando escribí El Zahir, mi punto de partida fue una palabra, una palabra que usamos casi todos los días sin darnos cuenta de lo misterioso que hay en ella (salvo que todas las palabras son misteriosas): pensé en la palabra inolvidable, unforgeteable en inglés. Ese fue mi punto de partida, bastante abstracto y pobre; pensar en el posible sentido de esa palabra oída, leída, literalmente in-olvidable” (Borges)
Es aquí entonces de donde proviene la inspiración. Nada se inventa, todo se observa. A lo sumo, las cosas se reinventan convirtiéndolas en un elemento útil a la escritura. Este es el verdadero sentido y origen de la inspiración, al menos para este modesto ensayista.
Se me ocurre pensar ahora cual habrá sido el factor desencadenante que despertó en mí la necesidad de escribir estas líneas acerca de este tema. La cuestión pasaría entonces por descifrar en que se habrá inspirado este joven escritor al momento de volcar estas ideas al papel. ¿De dónde más sino que de la vida misma? Probablemente haya sido aquella historieta de Quino a la cual creo que ya es hora de volver. Sinceramente desconozco el mecanismo de la mente humana, y es por eso que no me animo a afirmar con seguridad que haya sido aquello el gallo cantor que ha despertado mi inspiración, pero reconozco que ha servido como punto de partida y de referencia. Vuelvo a la historieta porque nos explica claramente como funciona la inspiración en un escritor. Aunque parezca que el relato basa su composición en la descripción de algún lugar abstracto, inexistente, cuyo objetivo sea quizás poder descifrar el verdadero sentido de la vida, o plantear esquemas demostrativos de la naturaleza humana y pretender descifrar los enigmas irresueltos del universo desde un punto de vista inmaterial, elevando al máximo la capacidad contemplativa del ser humano. Tan solo un punto de vista, tan solo un enfoque. Lo real y lo concreto, es que el autor no hizo mas que describir a un hombre que cambiaba la rueda pinchada de su automóvil, a una mujer que paseaba a su bebé en un cochecito, y a un simple barrendero que cumplía con su trabajo.
Hágame el favor lector de pensar en este instante, en la mas hermosa composición musical que pudiera recordar. Aquella sinfonía que alguna vez lo cautivó, aquella ópera que lo desveló, o simplemente aquella canción que jamás se cansa de escuchar. Aquella hermosa creación tiene un esqueleto, una melodía. A veces tan simple que cuesta creerlo. La sinfonía mas hermosa y por que no complicada de ejecutar, puede llegar a traducirse en tan solo un par de notas peladas, que quizás sin arreglos, no podría reconocer al instante de escucharla. Con la inspiración en la escritura ocurre algo similar. Quizás todo sea asunto de adornar la realidad, de contar lo mismo pero de manera un poco mas bonita. Si se encuentran las palabras adecuadas, el simple retrato de un hombre barriendo las calles puede llegar a convertirse en una hermosa poesía. Si yo toco con mi guitarra las notas que conforman esa melodía que lo desvela, usted quizás me mire con cara de extrañeza esperando que le comente que canción estoy ejecutando. Esto así ocurre debido a que mi actuación, no produciría el mismo efecto que si generaría contemplar la obra en plenitud. Una mujer con una belleza ordinaria puede convertirse en linda si se maquilla.
Hagámonos el favor de no creer que la capacidad de escribir sea un don que tan solo un par de privilegiados poseen. No confundamos inspiración con imaginación, ni exitismo con talento, ni tampoco creamos que existe la magia en el mundo. La inspiración está a la vuelta de la esquina esperando que alguien la encuentre, la tome, y pueda reconvertirla en una historia. Hay que saber que esa mosca que sobrevuela su cabeza mientras se dedica a la lectura, puede inspirarlo a algo; al igual que el brillo del haz de luz que se filtra por su ventana, o el mismísimo aroma a café que brota de su taza. Probablemente hasta este propio manifiesto pueda inspirarlo a escribir algo en el futuro. Quien le dice que dentro de 10 años no se le ocurra escribir un relato, y decida comenzar por contar que recuerda haber leído hace ya algunos años atrás, un extraño ensayo que hablaba sobre la inspiración.
- Versión editada por Carolina Navarro –
Recuerdo haber leído algunos años atrás, una historieta publicada en la revista dominical del diario Clarín que mas o menos trataba asi: un hombre caminaba por la calle y mientras lo hacía, observaba como otro hombre cambiaba una rueda pinchada de su vehículo por otra en mejores condiciones, también contemplaba a una mujer que paseaba a su bebé en el cochecito, y era testigo también de la presencia de un barrendero que limpiaba las calles. Situaciones tan comunes que pasan inadvertidas a nuestros ojos cada vez que nos suceden, porque justamente son eso, comunes. Al final de la historieta, nos enteramos que este simple transeúnte era un escritor que en aquel momento estaba siendo vanagloriado por una fanática lectora que resaltaba lo bello de su prosa, lo complejo de su literatura, y la capacidad creativa de proponer mundos paralelos inimaginables para la mayoría de los seres mortales; si se quiere, aquellos mismos seres comunes de los que hacía referencia previamente. En el dibujo, su rostro devolvía a la mujer el gesto ese que uno pone cuando es felicitado por algo que en realidad fue hecho por otro, o que simplemente ha salido bien por obra de la casualidad. Mirada escurridiza, sonrisita nerviosa, y cuello de la camisa apretado. Para justificarse, la mujer releía un fragmento del libro frente a su autor:
“Las imponderables circunstancias de nuestro transcurrir, que obstaculizan nuestro camino en búsqueda de la verdad, aquella verdad que devele nuestras inquietudes existenciales e ilumine el lúgubre sendero de la vida. Será el momento entonces de reparar los daños que esos obstáculos generen, y renovarlos por nuevas y más seguras formas de transitar el camino. Quizás al final, encontremos el mismo comienzo de la vida y sea no otro que Dios, el que limpie de impurezas nuestro sendero para poder continuar con nuestra búsqueda y seguir avanzando…”
Simplemente bello. No es que quiera autocomplacerme ni adularme pero resulta al menos a mi lectura, una frase profunda cuyo significado, si es que existe alguno, será tarea suya lector poder develar. El autor de esta historieta es Quino, uno de los mas grandes (sino el más grande) historietistas del país, dueño además de un reconocimiento internacional debido a ese gran personaje suyo que es Mafalda. Sinceramente, solo capturé la esencia de la historia y me tomé la molestia de inventar el resto. Soy poseedor de una memoria anormalmente poderosa que me permite entre otras cosas, poder recordar haber leído 10 años atrás esta historieta y no olvidarla jamás. De todas formas, el inconformismo natural del ser humano, me recrimina no poder recordar los diálogos ni los dibujos, pero me justifico aclarando que mi capacidad de memoria es solamente anormal, ni superdotada ni extraterrestre. Volviendo a Quino, éste es un autor cuyas historias ocultan, utilizando palabras de Ricardo piglia, una segunda historia que se cuenta de a poco cuadro por cuadro y aparece sobre el final asaltando por completo al sentido del relato.
“Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario. El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.” (Piglia, 1990)
Esta segunda historia comprende siempre, en este caso sin meternos en temas políticos, una sátira, una ironía sobre algún tema en particular. En este caso, sobre la escritura. Principalmente sobre una cuestión específica: ¿De donde proviene la inspiración? El ejemplo de la historieta funciona como factor desmitificante de lo que comprende verdaderamente el génesis de las ideas de un escritor, la esencia de la creación.
Es necesario destacar primero que la inspiración no solo forma parte del género ficción. El escritor de crónicas por ejemplo, debe cumplir con la tarea de relatar un hecho real pero que en muchos casos, parte de un punto de vista meramente subjetivo fruto de alguna inspiración.
“Todo texto está escrito por alguien, es necesariamente una versión subjetiva de un objeto narrado: un enredo, una conversación, un drama. No por elección, por fatalidad es imposible que un sujeto dé cuenta de una situación sin que su subjetividad juegue en ese relato, sin que elija qué importa o no contar.” (Caparrós, 2007).
Otro ejemplo podría ser la escritura de ensayos, ese lugar donde el autor expresa y sustenta libremente alguna hipótesis que lo ha seducido por algún motivo en especial. Pero resulta ser en la ficción, donde la inspiración encuentra generalmente a su mejor aliada, porque es aquí donde realmente resalta la genialidad del escritor. Que difícil resulta inventar una historia desde la nada misma y convertirla en todo un universo. Que difícil es encontrar la inspiración. Pareciera ser entonces que el escritor de ficción es un genio, si la mente humana tuviera dimensiones físicas no habría lugar en el universo entero para albergar a tan solo una de ellas. Los escritores de ficción suelen ser presentados como magos; a menudo, al igual que artistas de otras disciplinas, reciben la visita de las musas que los inundan de imaginación potenciando el ya de por si potente talento de crear. Mientras probablemente usted o yo, las únicas musas que conozcamos sean las que vienen con fainá, los escritores mantienen una estrecha relación con las otras, que los inspiran a escribir. Y es por eso que la mente de los escritores de ficción pareciera ser extraordinaria, inhallable en el común de la gente. Es por estas cuestiones que cuando oímos hablar de un escritor estamos hablando en la mayoría de los casos de un escritor de ficción. Un escritor suele ser considerado como tal cuando escribe novelas o cuentos. Aquel que cuenta cosas que nunca pasaron, que nunca fueron, personas que no existieron, seres inventados. Pero escribir ficción es para pocos.
Pongamos como ejemplo, una historia por demás conocida como la de Harry Potter. Las aventuras de este muchachito comprendieron varios libros e iguales cantidad de películas. El interrogante pasa por saber de donde provino la inspiración de J.K. Rowling, su autora. Para muchos esta mujer es una genia. Mas que una genia, es una diosa creativa entre los mortales, ya que fue capaz de crear una historia sumamente innovadora que demuestra, en cada hoja del libro, el maravilloso mundo fantástico de Harry Potter que logró cautivar al mundo entero. Encontramos muestras de su capacidad imaginativa por ejemplo en el momento que el protagonista de la historia, un mago, utiliza como principal herramienta, un palito de madera con poderes mágicos llamado varita mágica. Jamás a nadie antes se le había ocurrido semejante cosa, ni al mas inspirado de todos los escritores. Solo a ella pudo habérsele ocurrido la tan original idea de que el joven brujo, pudiera volar montado en una escoba. Si, leyó bien; en una escoba. Ese palo con paja con el que usted lector barre la vereda, funciona como medio de transporte aéreo para el jovenzuelo; solo esta ilustrada mujer puede pensar en ideas tan innovadoras. Cuanta creatividad en una sola historia. Resultan evidentes los motivos de su éxito y reconocimiento. Ella sí es una verdadera escritora.
Esto demuestra que se vive en el error. Si se cree que los escritores son seres iluminados se está entonces transitando por el camino equivocado. No hay nada mágico en la inspiración, nada irreal, no proviene de ningún otro planeta. Existieron, existen, y seguirán existiendo innumerables formas que provocan la inspiración en cualquiera, sí, en cualquiera que decida un buen día tomar un lápiz y un papel y ponerse a escribir. Hay quienes por ejemplo, buscan la inspiración en el vicio, ya sea en el alcohol o en las drogas. Uno de los mas grandes escritores de la historia como fue Edgar Allan Poe, cada vez que escribía lo hacía bajo los efectos divagantes del opio. Considerada por él como su mejor obra, Ligeia, fue escrita íntegramente en un estado de absoluta sodomización. Estado que además, el autor trasladó al personaje estableciéndolo como característica autorreferencial.
“Yo estaba perturbado por la excitación de una inmoderada dosis de opio” (Poe).
Pero la mayor fuente de inspiración para los escritores de ficción proviene nada menos que de la propia realidad. Hay que reconocer sí, en el que escribe, la capacidad de ver la misma realidad que todos somos capaces de ver, pero con otros ojos.
“Cuando escribí El Zahir, mi punto de partida fue una palabra, una palabra que usamos casi todos los días sin darnos cuenta de lo misterioso que hay en ella (salvo que todas las palabras son misteriosas): pensé en la palabra inolvidable, unforgeteable en inglés. Ese fue mi punto de partida, bastante abstracto y pobre; pensar en el posible sentido de esa palabra oída, leída, literalmente in-olvidable” (Borges)
Es aquí entonces de donde proviene la inspiración. Nada se inventa, todo se observa. A lo sumo, las cosas se reinventan convirtiéndolas en un elemento útil a la escritura. Este es el verdadero sentido y origen de la inspiración, al menos para este modesto ensayista.
Se me ocurre pensar ahora cual habrá sido el factor desencadenante que despertó en mí la necesidad de escribir estas líneas acerca de este tema. La cuestión pasaría entonces por descifrar en que se habrá inspirado este joven escritor al momento de volcar estas ideas al papel. ¿De dónde más sino que de la vida misma? Probablemente haya sido aquella historieta de Quino a la cual creo que ya es hora de volver. Sinceramente desconozco el mecanismo de la mente humana, y es por eso que no me animo a afirmar con seguridad que haya sido aquello el gallo cantor que ha despertado mi inspiración, pero reconozco que ha servido como punto de partida y de referencia. Vuelvo a la historieta porque nos explica claramente como funciona la inspiración en un escritor. Aunque parezca que el relato basa su composición en la descripción de algún lugar abstracto, inexistente, cuyo objetivo sea quizás poder descifrar el verdadero sentido de la vida, o plantear esquemas demostrativos de la naturaleza humana y pretender descifrar los enigmas irresueltos del universo desde un punto de vista inmaterial, elevando al máximo la capacidad contemplativa del ser humano. Tan solo un punto de vista, tan solo un enfoque. Lo real y lo concreto, es que el autor no hizo mas que describir a un hombre que cambiaba la rueda pinchada de su automóvil, a una mujer que paseaba a su bebé en un cochecito, y a un simple barrendero que cumplía con su trabajo.
Hágame el favor lector de pensar en este instante, en la mas hermosa composición musical que pudiera recordar. Aquella sinfonía que alguna vez lo cautivó, aquella ópera que lo desveló, o simplemente aquella canción que jamás se cansa de escuchar. Aquella hermosa creación tiene un esqueleto, una melodía. A veces tan simple que cuesta creerlo. La sinfonía mas hermosa y por que no complicada de ejecutar, puede llegar a traducirse en tan solo un par de notas peladas, que quizás sin arreglos, no podría reconocer al instante de escucharla. Con la inspiración en la escritura ocurre algo similar. Quizás todo sea asunto de adornar la realidad, de contar lo mismo pero de manera un poco mas bonita. Si se encuentran las palabras adecuadas, el simple retrato de un hombre barriendo las calles puede llegar a convertirse en una hermosa poesía. Si yo toco con mi guitarra las notas que conforman esa melodía que lo desvela, usted quizás me mire con cara de extrañeza esperando que le comente que canción estoy ejecutando. Esto así ocurre debido a que mi actuación, no produciría el mismo efecto que si generaría contemplar la obra en plenitud. Una mujer con una belleza ordinaria puede convertirse en linda si se maquilla.
Hagámonos el favor de no creer que la capacidad de escribir sea un don que tan solo un par de privilegiados poseen. No confundamos inspiración con imaginación, ni exitismo con talento, ni tampoco creamos que existe la magia en el mundo. La inspiración está a la vuelta de la esquina esperando que alguien la encuentre, la tome, y pueda reconvertirla en una historia. Hay que saber que esa mosca que sobrevuela su cabeza mientras se dedica a la lectura, puede inspirarlo a algo; al igual que el brillo del haz de luz que se filtra por su ventana, o el mismísimo aroma a café que brota de su taza. Probablemente hasta este propio manifiesto pueda inspirarlo a escribir algo en el futuro. Quien le dice que dentro de 10 años no se le ocurra escribir un relato, y decida comenzar por contar que recuerda haber leído hace ya algunos años atrás, un extraño ensayo que hablaba sobre la inspiración.
Proceso de escritura:
Debo confesar que no supe sobre que escribir hasta el momento en que decidí comenzar el ensayo. Veía la computadora y obligaba a mis ojos a girar hacia otro lado, motivo de la inseguridad que me brindaba saber si las palabras iban a salirme o no. Pero finalmente una madrugada lluviosa tomé coraje, senté mi cuerpo frente a la pantalla, y con los dedos sobre el teclado, comencé a escribir. Se me ocurrió comenzar por una historieta de Quino que había leído hacía mucho ya y de la cual solo recordaba el mensaje que ésta brindaba. No recordaba nada más. Aún no sé porque comencé de esa manera, no había pensado en esa historieta en mucho tiempo y sin embargo, fue lo primero que se me ocurrió.
En principio, el ensayo iba a tratar sobre el mismísimo proceso de escritura por el cual atraviesa cualquier escritor, a la hora de escribir sea cual fuere el género sobre el que quiera trabajar. Pero me topé al instante con un obstáculo que, caído como fruta madura de un árbol, pensé que había aparecido solo para perjudicarme. Mas luego descubrí que debajo de la áspera y amarga cáscara del obstáculo, se escondía una dulce y sabrosa pulpa llamada oportunidad. No por nada en el idioma de una cultura tan sabia como la china, el mismo ideograma utilizado para representar la crisis, es el mismo usado para simbolizar a la oportunidad. Ese obstáculo era la inspiración, o mejor dicho, la falta de ella. Podría decir tanto sobre ella en aquel momento, que decidí entonces focalizar mi ensayo sobre la propia inspiración.
Lo cierto es que lo que escribí acerca de la inspiración, no terminó siendo muy diferente a lo que pensaba escribir sobre el proceso de escritura. Pero ocurría que inconcientemente a cada palabra que escribía, el texto me llevaba irremediablemente a hablar sobre la inspiración. Intentaba torcer el timón, pero los vientos soplaban muy fuerte y opté finalmente por dejar de esforzarme y me dejé llevar por la propia corriente.
Al intentar explicar la historieta de Quino, descubrí que era aplicable a sus historias el concepto que Ricardo Piglia vierte en su “Tesis sobre el cuento”. Aquella distinción acerca de la historia uno y la historia dos, y por eso decidí incluir una cita de este texto en el ensayo.
Una vez metido ya en el tema de la inspiración, para intentar explicar que ésta no corresponde únicamente al género de la ficción, y que es necesaria hasta para la redacción de una crónica, se me ocurrió en una cita de Martín Caparrós que se encuentra alojada en el prólogo de “La Argentina crónica”. En ella se explica que todo texto por más objetivo que intente ser, mantiene siempre impregnada una mirada subjetiva de su redactor. Se me ocurrió vincular esta frase, porque en la tarea del cronista siempre existe alguna inspiración que lo motiva a trabajar determinado tema. Hay siempre un motivo que le despierta curiosidad, y por mas que trate el tema de la manera mas formal posible, la iniciativa partió de algo tan subjetivo y personal como una motivación o inspiración.
De esta manera también, se me ocurrió hacer extensiva esta definición al arte de la escritura de ensayos, porque como dije anteriormente, si hay algo con lo que tuve que lidiar a la hora de escribir el ensayo fue con la falta de inspiración.
Si hay algo que despierta furia en mí, es la injusticia. Es muy frecuente que a muchos artistas en general, escritores en este caso, se los considere como el mejor exponente en lo que hacen, porque venden muchos libros (o canciones, pinturas, lo que sea) o porque simplemente son famosos o reconocidos. No quiero decir que no sean buenos en lo que hacen, pero suelen ser considerados con mayor talento del que realmente tienen. Esto es lo que intento denunciar con el apartado sobre Harry Potter y su autora. Me pareció acertada la idea de ironizar al respecto de este tema.
Para hacer mas completo el ensayo pensé en las diferentes formas que pueden utilizarse para atraer la inspiración. Unos mese atrás escribí sobre esto, pero aquí hago hincapié en otros métodos; es decir, los métodos que usaban célebres escritores para inspirarse. Inmediatamente pensé en un autor al cual admiro mucho y sobre el cual me enorgullece decir que llevo leídas la totalidad de sus obras. Estoy hablando Edgar Allan Poe. Pensé entonces en las constantes referencias que hace en sus cuentos acerca del opio, y de cómo influía en él al momento de la creación. Se me ocurrió entonces, extraer una cita del cuento en el que mas se nota la presencia de este inspirante y aspirante elemento: “Ligeia”.
Luego, me pareció que ya era hora de decir finalmente de donde proviene en mi opinión, la mayor fuente de inspiración en los escritores, que es justamente sobre lo que Quino ironizaba en su historieta. Para ello, decido afirmar mi postura citando un ensayo de Jorge Luis Borges donde expresa el génesis de la escritura de su cuento “El Zahir”.
Para concluir con el texto, se me ocurre armar una metáfora vinculando la música con la inspiración en la escritura. Lo curioso de esta situación es que desde un primer momento supe que debía incluir una metáfora, pero era incapaz de establecer analogía alguna. Cuando decía que temía sentarme en la computadora a escribir era por esto. Como iba a hacer para encontrar citas que sustenten mi pensamiento y además una metáfora que la represente. Parecía imposible. La vinculación con la música surgió de manera espontánea y quedará en usted lector, creerme o no, cuando le diga que fue cuando terminé de escribir el ensayo que descubrí que aquello que acababa de escribir, constituía una metáfora. Evidentemente el texto me fue llevando y parecía que había comprendido, al menos a mi parecer, aquello de sentirle la respiración al texto.
Por último y bien último, el ensayo ya estaba hecho, con muchos o pocos errores, ya se había hecho. Pero aún me faltaba escoger un epígrafe. Pensé en muchos autores de los cuales poder extraerlo, releí mucho para encontrar “esa” frase que explique en tan solo unas palabras sobre lo que iba a tratar mi ensayo. Me esforcé demasiado por tratar de recordar algún enunciado que no haya podido olvidar, y que se vincule al tema que estaba tratando. Fue entonces que recordé que el año pasado, con el diario Clarín había salido en la edición del domingo dos de septiembre, una pequeña revista donde se detallaban algunas frases célebres. Esa incómoda pero útil manía de guardar todo, fue mi salvación. Sabía donde se encontraba y a menos de un minuto de haber pensado en ella, ya la tenía en mis manos. Las frases eran variadas y trataban sobre muchos y diferentes temas, pero fue en la sección de arte y literatura donde encontré lo que buscaba. Vuelvo a repetir que estará en usted lector creerme o no, cuando le diga que el epígrafe fue agregado después de concluido el ensayo y no previo a su realización. Me veo en la necesidad de aclararlo, porque la frase de este gran novelista uruguayo resultó ser muy acertada. Finalmente y ahora sí, mi ensayo está terminado.
En principio, el ensayo iba a tratar sobre el mismísimo proceso de escritura por el cual atraviesa cualquier escritor, a la hora de escribir sea cual fuere el género sobre el que quiera trabajar. Pero me topé al instante con un obstáculo que, caído como fruta madura de un árbol, pensé que había aparecido solo para perjudicarme. Mas luego descubrí que debajo de la áspera y amarga cáscara del obstáculo, se escondía una dulce y sabrosa pulpa llamada oportunidad. No por nada en el idioma de una cultura tan sabia como la china, el mismo ideograma utilizado para representar la crisis, es el mismo usado para simbolizar a la oportunidad. Ese obstáculo era la inspiración, o mejor dicho, la falta de ella. Podría decir tanto sobre ella en aquel momento, que decidí entonces focalizar mi ensayo sobre la propia inspiración.
Lo cierto es que lo que escribí acerca de la inspiración, no terminó siendo muy diferente a lo que pensaba escribir sobre el proceso de escritura. Pero ocurría que inconcientemente a cada palabra que escribía, el texto me llevaba irremediablemente a hablar sobre la inspiración. Intentaba torcer el timón, pero los vientos soplaban muy fuerte y opté finalmente por dejar de esforzarme y me dejé llevar por la propia corriente.
Al intentar explicar la historieta de Quino, descubrí que era aplicable a sus historias el concepto que Ricardo Piglia vierte en su “Tesis sobre el cuento”. Aquella distinción acerca de la historia uno y la historia dos, y por eso decidí incluir una cita de este texto en el ensayo.
Una vez metido ya en el tema de la inspiración, para intentar explicar que ésta no corresponde únicamente al género de la ficción, y que es necesaria hasta para la redacción de una crónica, se me ocurrió en una cita de Martín Caparrós que se encuentra alojada en el prólogo de “La Argentina crónica”. En ella se explica que todo texto por más objetivo que intente ser, mantiene siempre impregnada una mirada subjetiva de su redactor. Se me ocurrió vincular esta frase, porque en la tarea del cronista siempre existe alguna inspiración que lo motiva a trabajar determinado tema. Hay siempre un motivo que le despierta curiosidad, y por mas que trate el tema de la manera mas formal posible, la iniciativa partió de algo tan subjetivo y personal como una motivación o inspiración.
De esta manera también, se me ocurrió hacer extensiva esta definición al arte de la escritura de ensayos, porque como dije anteriormente, si hay algo con lo que tuve que lidiar a la hora de escribir el ensayo fue con la falta de inspiración.
Si hay algo que despierta furia en mí, es la injusticia. Es muy frecuente que a muchos artistas en general, escritores en este caso, se los considere como el mejor exponente en lo que hacen, porque venden muchos libros (o canciones, pinturas, lo que sea) o porque simplemente son famosos o reconocidos. No quiero decir que no sean buenos en lo que hacen, pero suelen ser considerados con mayor talento del que realmente tienen. Esto es lo que intento denunciar con el apartado sobre Harry Potter y su autora. Me pareció acertada la idea de ironizar al respecto de este tema.
Para hacer mas completo el ensayo pensé en las diferentes formas que pueden utilizarse para atraer la inspiración. Unos mese atrás escribí sobre esto, pero aquí hago hincapié en otros métodos; es decir, los métodos que usaban célebres escritores para inspirarse. Inmediatamente pensé en un autor al cual admiro mucho y sobre el cual me enorgullece decir que llevo leídas la totalidad de sus obras. Estoy hablando Edgar Allan Poe. Pensé entonces en las constantes referencias que hace en sus cuentos acerca del opio, y de cómo influía en él al momento de la creación. Se me ocurrió entonces, extraer una cita del cuento en el que mas se nota la presencia de este inspirante y aspirante elemento: “Ligeia”.
Luego, me pareció que ya era hora de decir finalmente de donde proviene en mi opinión, la mayor fuente de inspiración en los escritores, que es justamente sobre lo que Quino ironizaba en su historieta. Para ello, decido afirmar mi postura citando un ensayo de Jorge Luis Borges donde expresa el génesis de la escritura de su cuento “El Zahir”.
Para concluir con el texto, se me ocurre armar una metáfora vinculando la música con la inspiración en la escritura. Lo curioso de esta situación es que desde un primer momento supe que debía incluir una metáfora, pero era incapaz de establecer analogía alguna. Cuando decía que temía sentarme en la computadora a escribir era por esto. Como iba a hacer para encontrar citas que sustenten mi pensamiento y además una metáfora que la represente. Parecía imposible. La vinculación con la música surgió de manera espontánea y quedará en usted lector, creerme o no, cuando le diga que fue cuando terminé de escribir el ensayo que descubrí que aquello que acababa de escribir, constituía una metáfora. Evidentemente el texto me fue llevando y parecía que había comprendido, al menos a mi parecer, aquello de sentirle la respiración al texto.
Por último y bien último, el ensayo ya estaba hecho, con muchos o pocos errores, ya se había hecho. Pero aún me faltaba escoger un epígrafe. Pensé en muchos autores de los cuales poder extraerlo, releí mucho para encontrar “esa” frase que explique en tan solo unas palabras sobre lo que iba a tratar mi ensayo. Me esforcé demasiado por tratar de recordar algún enunciado que no haya podido olvidar, y que se vincule al tema que estaba tratando. Fue entonces que recordé que el año pasado, con el diario Clarín había salido en la edición del domingo dos de septiembre, una pequeña revista donde se detallaban algunas frases célebres. Esa incómoda pero útil manía de guardar todo, fue mi salvación. Sabía donde se encontraba y a menos de un minuto de haber pensado en ella, ya la tenía en mis manos. Las frases eran variadas y trataban sobre muchos y diferentes temas, pero fue en la sección de arte y literatura donde encontré lo que buscaba. Vuelvo a repetir que estará en usted lector creerme o no, cuando le diga que el epígrafe fue agregado después de concluido el ensayo y no previo a su realización. Me veo en la necesidad de aclararlo, porque la frase de este gran novelista uruguayo resultó ser muy acertada. Finalmente y ahora sí, mi ensayo está terminado.
Ensayos de Berger:
Claramente éstos son ensayos de tipo académico. En palabras de Flusser, estarían mas cerca de ser tratados que ensayos. De todas formas, su lectura fue de gran utilidad para poder reconocer los contrastes existentes entre los diferentes tipos de ensayos. En ellos encontré varias citas, extensas además, y un lenguaje bastante formal de acuerdo al tipo de ensayo que se trata. Sinceramente, no es el modelo de ensayo que me gustaría seguir, pero reconozco que es un texto bien logrado y rescato de él, los pasajes descriptivos y lo claro a la lectura que resulta. No obstante, todo suma y es un buen texto de consulta ante algún tipo de duda que pueda surgir al momento de la escritura.
Ensayos de Calvino:
“Colección de arena”
Sinceramente si me hubieran preguntado en las filas de que género incluiría, yo, estos relatos; sin dudar hubiera dicho que se trataban de crónicas. Sobre todo aquel que le dá nombre al título. En “Qué nuevo era el nuevo mundo” posiblemente sí se noten mas los rasgos de ensayista que los de cronista. Pero en “Colección de arena” aún me queda la duda.
Al leer estos escritos, comprendí que el ensayo puede resultar un género aún mas libre de lo que creía. Éstos son en mi opinión, ensayos que pueden incluirse en un sub. género de ensayos de tipo literarios. De la misma forma que puede funcionar como crónicas, bien podrían hacerlo también como cuentos. A esto me refiero cuando digo que el ensayo es un género que brinda absoluta libertad. Me vuelve a quedar la sensación, al igual que en el texto de Flusser, que no hay mucho lugar para la equivocación porque el ensayo no es un género que se encuentre bien definido. Sino, todo lo contrario. El ensayo es como su autor quiere que sea. En realidad, hilando finamente, cualquier tipo de texto es tal cual su creador quiere que sea. Pero existen en otros géneros literarios, características estructurales que son inmodificables. Cada género tiene sus códigos y sus reglas. Pero en el ensayo, el autor puede hacer de su obra lo que sea, siguiendo si así lo desea, ningún tipo de regla.
Leyendo “Colección de arena” aprendí que un buen recurso para utilizar en un ensayo es la metáfora. Debo buscar entonces una metáfora, que signifique para mi ensayo, lo que representa la colección de arenas para el ensayo de Calvino. Un solo concepto que englobe con la poesía de lo tácito el eje de mi ensayo. Me arriesgo a afirmar que la lectura de estos textos, generaron en mí una especie de sentimiento de alivio, ya que aparentemente no debo seguir ninguna línea en particular para que mi ensayo sea tal. No debe haber nada más implacentero y horrendo, que escribir siguiendo una estructura en la cual, uno no se siente para nada cómodo.
Sinceramente si me hubieran preguntado en las filas de que género incluiría, yo, estos relatos; sin dudar hubiera dicho que se trataban de crónicas. Sobre todo aquel que le dá nombre al título. En “Qué nuevo era el nuevo mundo” posiblemente sí se noten mas los rasgos de ensayista que los de cronista. Pero en “Colección de arena” aún me queda la duda.
Al leer estos escritos, comprendí que el ensayo puede resultar un género aún mas libre de lo que creía. Éstos son en mi opinión, ensayos que pueden incluirse en un sub. género de ensayos de tipo literarios. De la misma forma que puede funcionar como crónicas, bien podrían hacerlo también como cuentos. A esto me refiero cuando digo que el ensayo es un género que brinda absoluta libertad. Me vuelve a quedar la sensación, al igual que en el texto de Flusser, que no hay mucho lugar para la equivocación porque el ensayo no es un género que se encuentre bien definido. Sino, todo lo contrario. El ensayo es como su autor quiere que sea. En realidad, hilando finamente, cualquier tipo de texto es tal cual su creador quiere que sea. Pero existen en otros géneros literarios, características estructurales que son inmodificables. Cada género tiene sus códigos y sus reglas. Pero en el ensayo, el autor puede hacer de su obra lo que sea, siguiendo si así lo desea, ningún tipo de regla.
Leyendo “Colección de arena” aprendí que un buen recurso para utilizar en un ensayo es la metáfora. Debo buscar entonces una metáfora, que signifique para mi ensayo, lo que representa la colección de arenas para el ensayo de Calvino. Un solo concepto que englobe con la poesía de lo tácito el eje de mi ensayo. Me arriesgo a afirmar que la lectura de estos textos, generaron en mí una especie de sentimiento de alivio, ya que aparentemente no debo seguir ninguna línea en particular para que mi ensayo sea tal. No debe haber nada más implacentero y horrendo, que escribir siguiendo una estructura en la cual, uno no se siente para nada cómodo.
Diario de escritor:
Ensayo de Flusser:
Este ensayo me ha servido para comprender desde un comienzo que es verdaderamente un ensayo. Flusser establece la diferencia entre tratado y ensayo distinguiendo al primero, como aquel manifiesto de uso meramente académico y formal, y al segundo, como un escrito influenciado también por el aspecto subjetivo del escritor. “En el tratado buscaré explicar mi tema. En el ensayo, buscaré implicarme en él”. Al leer ésto, comprendí lo importante que era lograr “meterme” en el texto.
El ensayo que escriba debo sentirlo mío; debo saber de lo que estoy hablando, y que las palabras fluyan de mi interior hacia el texto sin escala. El ensayo tiene que ser perfecto, no deben existir errores en él. Porque es algo por lo que voluntariamente me siento a hablar, es contar lo que siento, simplemente mi parecer. Si me pongo a escribir un ensayo es porque hay “algo” que me motiva, que me indigna, que despierta mi curiosidad; algo que me “pincha” en palabras de Barthez. Es por eso que debe constituir un relato sin fisuras, nadie podrá objetar lo que siento; podrá estar de acuerdo o no, pero no refutarlo. Podrá haber errores de sintagma, puntuación, coherencia, etc., pero no de sentido, aunque las ideas se expresen sin él. Lo habrá para el autor.
Parecido ocurre con la diferencia entre un informe y una crónica. En el primero se retratan los hechos de la manera mas objetiva posible, mientras que en el segundo, es fundamental la presencia del cronista en el relato de los mismos. Quizás, como explica Flusser, me toque correr el riesgo de desviarme en el foco de la atención al involucrarme emocionalmente, pero trataré en caso que aquello ocurra, de volver los pies sobre la tierra apoyándome en el uso de las citas que reafirmarán el tema sobre el que hablaré. Hoy me toca escribir un ensayo y no un tratado. Si hay riesgo de equivocarse, bien; si me equivoco, mejor. Se aprende más de los errores que de los aciertos.
Este ensayo me ha servido para comprender desde un comienzo que es verdaderamente un ensayo. Flusser establece la diferencia entre tratado y ensayo distinguiendo al primero, como aquel manifiesto de uso meramente académico y formal, y al segundo, como un escrito influenciado también por el aspecto subjetivo del escritor. “En el tratado buscaré explicar mi tema. En el ensayo, buscaré implicarme en él”. Al leer ésto, comprendí lo importante que era lograr “meterme” en el texto.
El ensayo que escriba debo sentirlo mío; debo saber de lo que estoy hablando, y que las palabras fluyan de mi interior hacia el texto sin escala. El ensayo tiene que ser perfecto, no deben existir errores en él. Porque es algo por lo que voluntariamente me siento a hablar, es contar lo que siento, simplemente mi parecer. Si me pongo a escribir un ensayo es porque hay “algo” que me motiva, que me indigna, que despierta mi curiosidad; algo que me “pincha” en palabras de Barthez. Es por eso que debe constituir un relato sin fisuras, nadie podrá objetar lo que siento; podrá estar de acuerdo o no, pero no refutarlo. Podrá haber errores de sintagma, puntuación, coherencia, etc., pero no de sentido, aunque las ideas se expresen sin él. Lo habrá para el autor.
Parecido ocurre con la diferencia entre un informe y una crónica. En el primero se retratan los hechos de la manera mas objetiva posible, mientras que en el segundo, es fundamental la presencia del cronista en el relato de los mismos. Quizás, como explica Flusser, me toque correr el riesgo de desviarme en el foco de la atención al involucrarme emocionalmente, pero trataré en caso que aquello ocurra, de volver los pies sobre la tierra apoyándome en el uso de las citas que reafirmarán el tema sobre el que hablaré. Hoy me toca escribir un ensayo y no un tratado. Si hay riesgo de equivocarse, bien; si me equivoco, mejor. Se aprende más de los errores que de los aciertos.
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